Por Danna Urdaneta* La masacre en Norte de Santander (25 agosto), se convirtió en la décima masacre desde que el exsenador Álvaro Uribe está en prisión domiciliaria. Esto sucede luego de que la periodista Vicky Dávila advirtiera el pasado 2 de agosto que si Uribe caía preso no llegaría la paz a Colombia y “quizá la violencia se agudice”. La intensificación de las masacres le da la razón. Sobre estos hechos no existe un escándalo internacional ni una reunión del Grupo de Lima, o de la Organización de Estados Americanos -OEA- con Luis Almagro a la cabeza; no existe sanción o una medida internacional contra el terrorismo de Estado en Colombia.
En Venezuela se ha convertido en un anhelo nacional visibilizar las voces alternativas, las diarias violaciones de los derechos humanos, los gestos humanitarios, las acciones de paz y los llamados para una salida política al conflicto: paz con justicia social para Colombia, mediación del conflicto, diálogo nacional para el cumplimiento del Acuerdo de Paz firmado en La Habana y reanudación de los diálogos con el Ejército de Liberación Nacional -ELN- en Cuba.
Masacres en agosto
Esta larga lista inició el 2 de agosto: 3 víctimas en el departamento Cauca, municipio Santander de Quilichao, tres comuneros indígenas del resguardo de Canoas entre los 18 y 23 años; 4 de agosto: 4 víctimas decapitadas en el departamento de Cundinamarca, municipio Guaduas, las víctimas se dirigían a Honda, Tolima, y aparecieron con índices de torturas; 11 de agosto: 5 víctimas, todas menores de edad, departamento Valle Del Cauca, municipio Cali, informes preliminares señalan que los menores, entre los 14 y 18 años, fueron asesinados con tiros de gracia y, tras un acto de sevicia, uno de ellos fue degollado.
Con el transcurso del mes las masacres se intensificaron, el 15 de agosto: 8 víctimas, departamento Nariño, municipio Samaniego, ocho jóvenes, entre 17 y 26 años fueron asesinados por hombres armados cuando departían en una casa; 18 de agosto: 3 víctimas indígenas, departamento Nariño, municipio Ricaurte, tres comuneros indígenas del resguardo Awá Pialapi Pueblo Viejo, desde 2019 la Defensoría advirtió sobre el riesgo que enfrenta la comunidad Awá; 21 de agosto: 6 víctimas, departamento Cauca, municipio El Tambo, seis cuerpos sin vida fueron encontrados; 21 de agosto: 5 víctimas, departamento Arauca, municipio Arauca, la primera masacre registrada en Arauca en lo corrido de este año, zona fronteriza con Venezuela; 22 de agosto: 6 víctimas, departamento Nariño, municipio Tumaco, en la vereda La Guaycana seis jóvenes fueron asesinados, esta fue la tercera masacre en Nariño en el mes de agosto.
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Finalmente en los últimos cuatro días ya se registraron tres masacres, 23 de agosto: 3 víctimas, departamento Antioquia, municipio Venecia, en el barrio El Álamo, motorizados ingresaron a una vivienda y dispararon contra cuatro personas, hubo un herido y tres muertos, entre ellos un menor de edad, esta fue la novena masacre en Antioquia solo en 2020; 25 de agosto: 3 víctimas, departamento de Norte de Santander, entre Ocaña y Abrego en la vía del corregimiento Capitán Largo aparecieron tres jóvenes asesinados.
¿Por qué visibilizar el conflicto?
No es una opción perder la esperanza en que la paz es posible. Las fuerzas oscuras del uribismo se han empeñado en institucionalizar la negación del conflicto social, político y armado. Negar el conflicto es negar cualquier posibilidad de otros procesos de paz, es negar a casi 9 millones de víctimas, es negar a millones de desplazados internos y refugiados en el mundo, es negar el conflicto es negar el terrorismo de Estado como principal responsable. Es negar los fracasos de todos los procesos de paz y el nuevo genocidio que llena de dolor a las familias humildes de Colombia. Como defensoras y defensores de derechos humanos y buscadoras de la verdad, la vida y la justicia social, denunciar esta realidad es situarse siempre del lado de las víctimas, del lado del internacionalismo y de la paz mundial.
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La paz de Colombia significaría a su vez el inicio de la desmilitarización de la región, ya que al tiempo que se logra la paz con todos los actores se acaba con el plan de militarización de Estados Unidos para el sur de Nuestra América, que tiene como principal objetivo despojarnos de nuestros bienes naturales y robarnos la reserva petrolera más grande del mundo. ¿Con acuerdos de paz donde participen las fuerzas guerrilleras, y con el desmonte del paramilitarismo y el narcotráfico, qué excusa tendría Estados Unidos para continuar con sus bases militares y financiamiento de la guerra en Colombia? Venezuela es una gran razón, sí, pero sería una guerra contra Venezuela abiertamente, sin el preámbulo de la guerra contra las drogas y el terrorismo.
¡Paz para Colombia, para la guerra nada!
*Danna Urdaneta es comunicadora, activista y colaboradora para Vida Digna desde el Comité de Solidaridad Internacional y Lucha por la Paz –COSI– Venezuela.