Llegó otro 24 de Marzo. Y a 45 años del Golpe cívico clérigo-empresarial-militar, la #Caravana24M en Río Cuarto trajo nuevos interrogantes. El movimiento de Derechos Humanos empezó a poner el foco en una de sus mayores preocupaciones: el futuro y el recambio generacional. Abuelas de Plaza de Mayo en su campaña por la plantación de árboles dijo: “la semilla viene cargada de futuro. Contiene toda la información genética para poder llegar a ser el árbol que late en su destino”. Y además, este 24 de marzo Estela de Carlotto, aseveró: “Queremos que los jóvenes tomen esta lucha, y el día que no estemos lo hagan con más fuerza que nunca”. Aunque, entre risas, dice que “mientras haya una abuela, será la que manda”.
El mensaje es claro: las juventudes son las que pueden fortalecer y multiplicar la lucha por la Memoria, la Verdad, la Justicia y (sobre todo) los derechos en general. Pero, ¿para qué recuperar la memoria siendo jóvenes?¿qué sentido tiene sostener sitios como el del Ex Buen Pastor? Lxs jóvenes hemos impreso sobre la memoria dos “capas” que ya estaban situadas en el movimiento de Derechos Humanos pero que se vieron resignificadas por las banderas que levantamos en la actualidad. La primera se asienta sobre la figura de lxs desaparecidxs. Ni héroes angelicales ni mártires casuales: fueron luchadores y luchadoras con identidades políticas. Pero políticas más allá de sus pertenencias partidarias/organizativas. Políticas en términos de que la dictadura se encargó de erradicar formas de vida, redes vinculares y de solidaridad, intereses, orientaciones sexuales, identidades de género, pensamiento crítico. Y a instalar una cultura normada, individualista, indiferente, mercantilizada, patriarcal y neocolonial.
Esto nos enlaza con la otra capa de memoria, que se asienta sobre los contextos de época. La dictadura no surgió de la nada: fue la respuesta violenta de los sectores de poder a las luchas que hoy, con matices, seguimos sosteniendo. Por eso lxs desaparecidxs no están allá lejos de nuestros trayectos vitales sino que pudieron haber sido, discrepando la distancia temporal, uno de nosotrxs o de nuestrxs hermanxs. A este punto se le añaden aquellas preocupaciones que tenemos hoy.
¿Por qué se habla 30.400? ¿Qué pasó con el movimiento de mujeres y disidencias en ese momento? ¿El extractivismo ambiental también se acentuó en esos años? ¿y la pobreza? ¿y el trabajo? Evidentemente es momento de que la memoria y los Derechos Humanos sean el soporte sobre el cual las luchas y sus intersecciones se tensionen, se acomoden, y vuelvan a reflotar integralmente en manos de las nuevas generaciones. Es momento de practicar lo que se
denomina como “memoria activa”. Entonces sí, la memoria sirve para que nunca más vuelva a suceder. Pero además para que, ni más ni menos, los rostros de lxs desaparecidxs no sean propiedad exclusiva de un museo o sitio, sino que tengan carnadura en cada una de nuestras luchas por el mundo que soñamos.