No sería una novedad pensar que los medicamentos y las vacunas, al igual que otros bienes y servicios, representan una mercancía más en las góndolas del mercado mundial.
Allí están un grupo minoritario de empresas que pelean entre sí por un margen de ese negocio asentado fundamentalmente en la propiedad de las patentes. Un conjunto de laboratorios históricos asentados en EEUU y Europa contra los emergentes -asentados en China y Rusia- que piden por liberar patentes para que el acceso a las vacunas tenga mayor alcance y sea más rápido.
En el medio, el mapa del acceso vuelve a marcar una enorme diferencia entre el norte y el sur.
Un mapa en donde los que tienen mejores billeteras inmunizarán más rápido a su población y el resto espera.
No ocurre esto solo por los marcos normativos impuestos en el auge neoliberal de los noventa. Más bien, son las derrotas populares -que bajo sangre- nos hicieron firmar los convenios de las dependencias . Es ahí el punto -crucial- de pensar la posibilidad de resolver cualquier problema si no se revierte ese sometimiento histórico y estrutural. Es un asunto de fuerzas y fundamentelmente de decisiones políticas.