Los trabajadores de la prensa, voceros y redactores de los reclamos que suceden en las calles, son hoy protagonistas de su propia pelea. Se vuelve necesario cubrir la canasta básica y este reclamo se hace extensivo a los empleados de distintas ramas y sectores cuyos ingresos se siguen evaporando.
La necesidad va marcando cada vez con mayor claridad que esta pandemia de carácter mundial no podría haberse transitado sin el pueblo que trabaja. En la salud, pasando por la educación y la comunicación, cientos de miles de trabajadores fueron cesanteados y despedidos, para que muchas empresas de distintos lugares del mundo puedan salvarse.
Ajustar fue la receta, para tranquilizar todo tipo de conflictividad y así garantizar el reintegro de las deudas que los acreedores sostienen con el planeta entero.
La espalda la puso el pueblo trabajador pero la moraleja está dejando a la vista otras evidencias: las inconsistencias de un sistema que, basado en la acumulación privada, no tiene otra propuesta más que la de seguir estrujando el esfuerzo de la sociedad.
Esta crisis ya marcó un antes. Y puede que refleje un después, si las luchas se enfocan en reorientar este mundo, hoy ya patas para abajo.