Si tuviéramos que graficar algunas tendencias históricas, encontraríamos puntos superpuestos en común: a mayores niveles de endeudamiento, siempre correspondió mayor desocupación y pobreza en la sociedad argentina.
Y si tuviéramos que marcar un comienzo, estas tendencias se profundizaron tras la última dictadura militar y, lo que es peor, nunca pudimos -en ninguno de los gobiernos democráticos- revertir esta tendencia y equiparar los niveles anteriores a este proceso.
La sofisticación que tiene hoy el capitalismo, en cuanto a creación de instrumentos para la valorización financiera, no elude la columna vertebral del problema: la acumulación de las trasnacionales financieras solo es posible a condición de explotar aún más el trabajo humano y profundizar el extractivismo de los recursos naturales.
Vale decir, además, que no habría capitalismo posible sin los mecanismos de endeudamiento eterno que sufrimos fundamentalmente los pueblos del denominado «tercer mundo».
Las tendencias tienen su complicidad cuando se las naturaliza, acepta o administra.
Difícilmente podremos recuperar eso que fuimos si no se revierte este sometimiento histórico.