Los voceros de los grupos financieros globales dejaron en claro que los mercados vieron con buenos ojos el cimbronazo electoral de la pasada semana, arrinconando aún más a los gobiernos -locales, provinciales y nacionales, sean del color que sean- entre la espada y la pared: entre calmar el hambre popular y limitar el gasto público para que el Estado le siga devolviendo sus acreencias. Primero pagame y endeudate más.
Y esta semana, mientras las organizaciones populares volvían a peregrinar pidiendo que el salario mínimo cubra el costo de la canasta básica, el Banco Central transfería 1.900 millones de dólares al Fondo Monetario Internacional. Es posible entonces usar las reservas pero para un mercado, el de capitales. Para el otro, el de los de a pie, solo hay argumentos técnico-económicos y técnico-políticos para explicar que no se puede. Ahí anida la unidad de las politocracias dirigentes: ni muy muy, ni tan tan.
Para salir de la trampa, lo tiene que decidir directamente la voluntad popular dándole un mandato a todos los representantes, sectoriales y políticos, sobre qué atender primero. Para dejar de mendigar mes a mes, por detrás de la inflación, las organizaciones populares, sindicales y sociales tenemos que plantear que se plebiscite la deuda.