El lunes fue Cuba y el martes, Venezuela. El presidente demócrata de EEUU, Joe Biden, anunció el restablecimiento de vuelos comerciales con la isla y liberó el envío de dinero a personas. Al día siguiente, habilitó a que las empresas petroleras retomen el diálogo con PDVSA, la estatal venezolana, para futuros contratos.
El gobierno bolivariano lo confirmó y apeló al levantamiento de todas “las sanciones ilícitas que afectan a todo nuestro pueblo”, señaló la vicepresidente Delcy Rodríguez vía Twitter.
El cubano, por su parte, dijo que es “un paso limitado en la dirección correcta”.
Dentro de EEUU, siguen saltando los fusibles: “no podemos seguir permitiendo que los simpatizantes marxistas de la administración Biden dirijan la política exterior de EEUU”, suscribió el senador de origen cubano, Marco Rubio, en un comunicado.
En otro, el gobierno de Biden explicó que «Cuba enfrenta una crisis humanitaria sin precedentes y nuestra política continuará enfocándose en empoderar al pueblo para ayudarlo a crear un futuro libre de represión y sufrimiento económico».
Para el Ministerio de Exteriores cubano, “no modifican en lo absoluto el bloqueo, ni las medidas principales de cerco económico tomadas por Trump» y no revierte la inclusión de Cuba en la lista de “países que supuestamente son patrocinadores del terrorismo”-agrega su comunicación oficial-, “una de las principales dificultades las transacciones comerciales y financieras en muchas partes del mundo”.
También con Donald Trump en la presidencia fue que en 2017 se prohibieron las actividades económicas en y con Venezuela, incluso la compra-venta de Bonos del Tesoro venezolano en mercados financieros estadounidenses. Solo la norteamericana Chevron mantuvo el permiso de seguir con las operaciones petroleras.
Pero esa vía sancionatoria había sido habilitada en 2015 por Barack Obama, con la orden ejecutiva que colocó a Venezuela como una “amenaza a la seguridad nacional y la política exterior de EEUU”.
Ahora, apenas iniciadas las operaciones militares rusas y antes de prohibir las importaciones de petróleo, gas y carbón desde ese país, funcionarios del gobierno de Biden viajaron a Caracas para reunirse con el presidente Nicolás Maduro y luego con Juan Guaidó, quien se autoproclama autoridad interina. Horas después, su vocero en EEUU escribió en Twitter: «comprar petróleo a Maduro o a Putin es lo mismo. Son petróleo de sangre».
A contrapelo, el titular de la Cámara Petrolera de Venezuela, Reinaldo Quintero, aseguró entonces contar con “la infraestructura para elevar sus niveles de producción de los actuales 800.000 barriles diarios a 1,2 millones” y “satisfacer algunas necesidades en el mercado norteamericano”.
Este martes, el republicano Rubio instó a todos los legisladores a que apoyen su proyecto de ley para prohibir la importación de crudo venezolano.
Y también twitteó: “Biden continúa su esfuerzo por apaciguar a los dictadores comunistas antiestadounidenses. Ayer fue Cuba, ahora el levantamiento de sanciones al régimen de Maduro en Venezuela”.