El estado global que adquirió actualmente el capital -con la profundización de la depreciación de las condiciones de vida de la población-, delinea una nueva situación de poder. Esto es, una situación revolucionaria para las clases oprimidas, que ya no puede observarse país por país. Porque no tiene que ver con la clase trabajadora de cada nación en particular sino de la clase trabajadora integrada de hecho en una misma cadena global de valorización.
Separar el estado de guerra a nivel mundial y su impacto en un territorio determinado (como país) es considerar dos campos que hoy son ya parte de uno mismo: integrado, global y único.
Cada vez que una economía central toca una tasa de interés rebota y golpea las demás, o la propia cotización de la energía, los comoditties, las monedas, etc.
El salario no es la excepción. Los mercados tampoco. Por lo tanto será el desafío del movimiento de trabajadores y los propios pueblos, re-pensar en una escala única e inédita para tener la suficiente dimensión de la transformación pretendida. Si las iniciativas de luchas locales no se visualizan como una gran fuerza global, tampoco será posible el cambio anhelado.