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l Banco Industrial y Comercial de China (ICBC) puso en marcha en nuestro país, en noviembre 2022, un sistema de clearing bancario para operaciones de corresponsalía en la moneda asiática a instituciones financieras locales, que permite que las exportaciones e importaciones se concreten directamente pasando de pesos a yuanes y viceversa.
Hasta ahora, del swap (pases) chino, que era equivalente a 18.000 millones de dólares, se permitían usar 473 millones de dólares cada 90 días. Tras el nuevo acuerdo firmado el 15 de noviembre 2022, pasa a incrementarse el swap en el equivalente a otros 5.000 millones de dólares, que es a la vez (la suma en yuanes equivalente a 5.000 millones de dólares) el cupo para operaciones comerciales hasta julio 2023 y es renovable (incrementa la operatoria a 625 millones de dólares mensuales)[1].
Desde hace años y en forma creciente, el comercio internacional registrado con China es deficitario, en los nuevs primeros meses de 2022 se realizaron exportaciones por 5.212 millones de dólares y se importó por 13.353 millones de esa moneda, por lo que resultó un déficit comercial de 8.141 millones de dólares. China es nuestro segundo cliente (después de Brasil), pero es el primero que nos vende (con más del 20% de las compras totales que realiza la Argentina).
Argentina le compra a China máquinas y equipos, motocicletas y ciclomotores, telefonía incluido celulares, computadoras y partes de computadoras, televisores y partes de televisores, etc. Y le vende básicamente forrajes (soja y maíz en grano) y en forma mucho menor, aceite de soja, biocombustibles, tabaco, cueros y otros productos primarios (hierro, litio, etc.). Obviamente nos venden mayor valor agregado (trabajo incorporado) que los bienes que compra de la Argentina, que sucede en la mayor parte de nuestro comercio internacional, pero con China es exacerbado.
Sin embargo que se expanda la forma de pago en yuanes y pesos no es un tema menor, dado que como sucede con todas las operaciones de comercio internacional de nuestro país, debemos comprar dólares para adquirir bienes y servicios[2] y al revés, si, por ejemplo, Chile o Bolivia u otra nación quieren comprar productos argentinos, deben comprar antes dólares para hacerlo.
En gran parte del comercio internacional se va sustituyendo el dólar por acuerdos como los firmados entre India y China, China y Japón, y China y Rusia, donde se opera en forma creciente, con las monedas de cada país
Es obvio que esto va en contra de los EEUU, que se beneficia con la fuerte demanda mundial de su moneda y, por ende, financia su déficit fiscal que en el año 2021 fue del 16,7% de su PIB, en forma mayoritaria con emisión monetaria, cosa que a nosotros, el FMI nos limita severamente para ser del 1% del PIB este año 2022 y, del 0,6% del PIB en el año 2023[3]. ¿Por qué?, porque dice que es inflacionario.
El caso argentino
La deuda es el mecanismo privilegiado de ingreso de divisas para facilitar la fuga de capitales y, por ende, la constitución de activos externos por grandes capitales que actúan en el proceso de producción y circulación local.
El razonamiento continúa señalando que ante la falta de divisas luego de la fuga, el poder económico presiona por acelerar las devaluaciones monetarias para continuar disputando la apropiación privada del excedente económico.
Para resolver el problema demanda la eliminación de los secretos bancarios, fiscales y bursátiles y un ejercicio más decidido del control estatal sobre los grandes capitales
Es imprescindible que la Argentina propicie acuerdos con otros socios comerciales en nuestras respectivas monedas, que, a su vez, indirectamente, le confieren al peso un mayor valor por su utilización (y mayor demanda de pesos).
El problema es la inflación Argentina, donde la paridad real o imaginaria, acicateada por los grandes operadores económicos que “dolarizan” permanentemente sus precios y la ganancia, desvalorizan el rol de nuestro dinero. Esa desvalorización es mayor en momentos de crisis y, esas crisis se desencadenan con la pérdida de reservas internacionales del BCRA.
La hiperinflación de 1989-1990 se genera cuando José Luis Machinea, Presidente del BCRA, el 6 de febrero de 1989 dijo que la autoridad monetaria no tenía más reservas de libre disponibilidad, ese día el precio oficial del dólar era de 17,82 australes, lo fijó en 650 australes el gobierno de Menem cuando asumió (en forma anticipada) el 9 de julio de ese año y, la corrida cambiaria se frenó el 1 de abril de 1991 con la convertibilidad de 10.000 australes por un dólar. En ese proceso se produjeron las privatizaciones que implicaron suficientes ingresos de divisas al país para estabilizar la situación, pero a costa de mal vender YPF, Agua y Energía, Segba, Hidronor, Gas del Estado, FFCC, la Caja de Ahorro y Seguros de la Nación, etc.
No estamos exentos de repetir el mismo mecanismo y entrar en un proceso hiperinflacionario, azuzado por las distintas paridades cambiarias y quienes la propician, ante un BCRA que habiendo tenido en la gestión de Alberto Fernández un superávit comercial acumulado de 31.000 millones de dólares, las reservas internacionales disminuyeron en 7.183 millones de dólares (de 45.190 millones de dólares en diciembre 2019 a 38.007 millones de dólares el 14 de noviembre 2022), que gran parte lo explica la utilización de las reservas del BCRA para pagar deuda externa privada.
“Es imprescindible que la Argentina propicie acuerdos con otros socios comerciales en nuestras respectivas monedas, que, a su vez, indirectamente, le confieren al peso un mayor valor por su utilización (y mayor demanda de pesos)”.
No depende de la voluntad del gobierno nacional, depende de:
1) Deuda Externa 384.804 millones de dólares a octubre 2022;
2) Deuda del Tesoro en Pesos, la mayor parte en Bonos Dual (que se ajustan por inflación o por devaluación a preferencia del tenedor del título), es en pesos pero equivalente a unos 26.000 millones de dólares (6,25% del PIB);
3) Déficit Cuasi fiscal (encajes remunerados) o del BCRA, por $ 8,9 Billones (al tipo de cambio oficial equivalente a unos 52.000 millones de dólares;
4) Déficit fiscal según la ley de presupuesto para el año 2023 de 2,3% del PIB (Unos 9.500 millones de dólares)
Por ende se debe tomar un conjunto de medidas que eviten ese proceso y las principales y en forma coordinada son:
Investigar la deuda externa pública que se está pagando, acrecentada sideralmente en la gestión de Cambiemos, y sancionar por evasión fiscal a los que compraron divisas sin haberla contabilizado en sus balances y/o en sus DDJJ (Declaraciones Juradas) ante la AFIP (Administración Federal de Ingresos Públicos).[4]
Declarar la emergencia cambiaria en base al Decreto 2581/64 de la presidencia del Dr. Illia, repuesto por Duhalde y continuado por Néstor Kirchner. Declarar sujeto a embargo a todo activo, tanto en territorio nacional como extranjero, que no haya sido declarado y pagado el impuesto respectivo.
Fijar y controlar el cumplimiento de cupos de exportación de alimentos y segmentar las retenciones a las exportaciones agropecuarias en base a la capacidad y extensión de las superficies productivas.
Que gran parte del pasivo financiero del BCRA (Pases pasivos, Leliq, Notaliq) sean transformados en encajes o efectivos mínimos no remunerados y se destinen a financiar a la producción y al trabajo
Recuperar el Río Paraná, mal llamado Hidrovía, cesando las concesiones y que la verificación de las exportaciones y las importaciones las haga el Estado Nacional.
Finalmente, para independizarnos del dólar, instrumentar una moneda de uso interno no convertible, como apoyo al sistema productivo y dar ocupación a los trabajadores. Una propuesta para evitar a toda costa la devaluación que con el pretexto de mejorar nuestras exportaciones, beneficia a unos pocos y perjudica al conjunto de la sociedad.
Se trata de un billete de banco que, a diferencia de los “bonos” nacionales o provinciales, tendría curso legal de aceptación obligatoria tanto para el sector público como para el sector privado. Con ella no se puede comprar ni pesos ni divisas u otros valores convertibles (joyas, oro, etc.) ni títulos públicos, acciones, cheques o cualquier otro instrumento bancario sujeto a interés. Sólo se podría comprar y vender en el mercado interno y pagar los impuestos.
A medida que el Estado fuera recibiéndolos rescataría esos billetes, reemplazándolos por pesos y el remanente sería rescatado al cabo de cinco años. Pero en ese lapso, la moneda no convertible juega su rol de nexo entre los agentes económicos poniendo en funcionamiento el circuito productivo de: Producción; Distribución (pago a los factores de producción: Trabajo, Capital, y Recursos naturales); Comercio; y Consumo.
Una vez iniciado el círculo virtuoso de trabajo y consumo se irán reemplazando los planes “trabajar” y otros subsidios a los que se achaca el permanente déficit fiscal del Estado y el oprobioso «riesgo-país». Los únicos que no se verían beneficiados por medidas como éstas serían los bancos y demás tenedores de la deuda y su cohorte de voceros profesionales que medran con las eternas refinanciaciones
La tarea es de una gran magnitud, no libre de riesgos y de conflictos, pero si no se toman medidas disruptivas, los acontecimientos y la relación de fuerza hace que tarde o temprano se desemboque en un efecto híper inflacionario que van a capitalizar los grandes beneficiados del modelo impuesto a sangre y fuego en 1976, que ahora incluso cuentan con más de diez millones de votos. Solo con un plan, decisiones claras y participación del pueblo se puede reedificar una nueva y gloriosa Nación, como dijera Néstor Carlos Kirchner en su discurso del 25 de mayo de 2003, al asumir la Presidencia de la República.
Notas:
[1] El swap con China se suscribió originalmente en 2011, durante el segundo mandato de Cristina Fernández de Kirchner como presidenta, y equivalía a un crédito por US$ 10.200 millones por tres años, con posibilidad de renovación, la cual se concretó en 2014 por US$ 11.000 millones, en 2018 por la misma cifra y se amplió en 2020 a US$ 18.000 millones…”
“… Si bien el swap con China -por no tratarse de un préstamo sino de un intercambio- no tiene costo mientras se encuentre inactivo, queda contabilizado dentro de las reservas internacionales y está disponible para ser utilizado inmediatamente ante cualquier eventualidad…
[2] Menos con Brasil, que en un porcentaje que no supera el 6% de la relación comercial con el vecino país, se hace en nuestras respectivas monedas, pero Brasil es superavitario y tiene más empresas en la Argentina que al revés, por ende paga con el superávit comercial en pesos, sus impuestos y a sus trabajadores en nuestro país.
[3] Los residentes argentinos y los que no son residentes norteamericanos con sus “ahorros” en dólares, financian gran parte del déficit de los EEUU
[4] Proyecto del Senador Oscar Parilli que cuenta con la sanción de esa Cámara y con Dictamen de mayoría (básicamente el Frente de Todos) y de minoría (básicamente Juntos por el Cambio) en las comisiones de Legislación General y de Presupuesto y Hacienda de la Cámara de Diputados de la Nación