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Cómo es posible que la quiebra del Silicon Valley Bank (SVB), un banco regional de California, haya podido generar un contagio tan virulento? Y todo, a pesar de las medidas extra-ordinarias adoptadas no sólo por la Reserva Federal de EEUU (FED) sino por los principales bancos centrales del mundo. La pregunta se la formula un equipo de investigación del Real Instituto El Cano que, desmenuzando el caso, concluye: “nos encontramos ante una crisis financiera global”.
Sara Devereux, directora global de renta fija del Fondo Común de Inversión (FCI) Vanguard, la quiebra del SVB “no es comparable con la de Lehman Brothers” que en 2008 desató la crisis financiera global. Aquel banco de inversión nacido en 1850, tenía un activo de 680.000 millones de dólares que lo ubicaba en cuarto lugar en EEUU, detrás de Goldman Sachs, Morgan Stanley y Merrill Lynch.
El SVB, fundado hace 40 años con el objetivo de brindar créditos a las empresas tecnológicas de Silicon Valley, tenía activos por 209.000 millones de dólares y unos 175.400 millones de dólares en depósitos. Pequeño: solo el 0,75% de los 23 billones que hacen al stock de depósitos de EEUU.
Cuando este viernes 10 marzo el SVB colapsó, la empresa de servicios financieros Morgan Stanley (que también estuvo al borde del crack en 2008) descartaba que se tratara de un riesgo sistémico. Su informe separaba “los grandes bancos con una mayor liquidez y carteras diversificadas, y otros -como SVB-, especializadas en determinados perfiles de clientes con mayor riesgo”.
Devereux abonó esa diferencia. En 2008, “el riesgo tenía como contraparte un conjunto de derivados de alto riesgo como las hipotecas”.
Dan Scott, jefe del FCI Vontobel Multi Asset, también circunscribía el problema “en los bancos pequeños y medianos en los EEUU, que no están regulados por Basilea III”, un conjunto de regulaciones y supervisiones introducidas en el sistema bancario mundial tras 2008 para reforzar la gestión de riesgos de los bancos.
Y algo de eso hay. El 97% de los depósitos del SVB no estaba asegurada por la Federal Deposit Insurance Corporation (FDIC), que cubre depósitos de hasta 250.000 dólares. Sin cobertura, los clientes son más propensos a retirar rápidamente su dinero. Pero como no es el caso de “los grandes bancos de capitalización en Europa -decía Scott-, no me preocuparía”.
Sin embargo, las bancas suizas UBS y Credit Suisse cayeron más de un 3%. Y una semana después, el primero tuvo que hacerse cargo del segundo que, finalmente, también quebró.
Los cuatro mayores bancos estadounidenses perdieron 52.000 millones de dólares en valor de mercado. El jueves 9, las acciones JPMorgan Chase cayeron 5,4%, las de Bank of America y Wells Fargo 6,2% y Citigroup 4,1%. En la bolsa de Fráncfort, Deutsche Bank terminó con -7%. En Londres, el HSBC perdió más de un 5%, Barclays un 4% y NatWest más de un 3%. En París, el Societe Generale cayó más de un 5% y BNP Paribas más de un 3%. En Tokio, Mitsubishi UFJ Financial Group cedió más del 6%.
Entre el 14 y 16 de marzo, la secretaria del Tesoro norteame-ricano, Janet Yellen, el presidente de la FED, Jerome Powell, y el presidente y CEO de JP Morgan, Jaime Dimon, negociaron la constitución de un fondo de 30.000 millones de dólares para cubrir los depósitos no asegurados de otro banco regional, el First Republic. El fondo fue conformado con aportes del JP Morgan Chase, Bank of America, Wells Fargo, Citigroup, Goldman Sachs, Morgan Stanley, BNY Mellon, PNC, State Street, Trust y US Bank. Pero la medida no logró tranquilizar a los mercados.
El domingo 19 de marzo, la FED norteamericana y otros cinco bancos centrales (Banco Central Europeo, Banco de Inglaterra, Banco Nacional Suizo, Banco de Canadá y Banco de Japón) tomaron una medida en conjunto: las subastas semanales de dólares pasarían a ser diarias para mejorar la liquidez mundial. Esta medida, que garantiza la existencia de financiamiento ante las tensiones en los mercados, fue establecida por primera vez en 2007 y adoptada por última vez en 2020, durante la pandemia del Covid-19.
Para estar líquidos y poder responder, los bancos de EEUU recurrieron a los créditos primarios de la FED con mayor intensidad que durante la crisis de 2008.
Otra característica del SVB, que coincide en un punto con el diagnóstico inicial de Morgan Stanley, tiene que ver con el tipo de clientes: la mayoría de sus depósitos eran de empresas productivas, comerciales o de servicios -y no de personas- más sensibles a moverse frente los cambios en la política monetaria como la suba de la tasa de interés, pues su dinero es capital y no solo reservas o atesoramiento.
Y ahí entonces el talón de aquiles del propio SVB, que también es una empresa: más de la mitad de sus activos estaban invertidos en bonos del Tesoro estadounidense de largo plazo y de bajo rendimiento. Ese era el activo más estable tras 2008. Y es también el componente común que tiene todo el sistema financiero mundial. La gran banca privada actuó rápidamente definiendo políticas con sus bancos centrales y sus Estados, justamente porque sus carteras de bonos estaban siendo igualmente afectadas.
Lo señaló Devereux: a diferencia de 2008, «los bancos tienen problemas de gestión de riesgos con los activos tradicionales» (los bonos!) y la política monetaria de aumentar tan rápidamente los tipos de interés, sólo “expuso esas debilidades”.
Desde marzo de 2022 a marzo de 2023, la FED subió la tasa de referencia como nunca en su historia: de 0% a 5%. Así, los bonos del Tesoro son ahora más rentables. Y entonces, más baratos. Por lo tanto, quien ya los tenía como activos, pierde contra el nuevo precio de mercado.
Los bancos mismos y los países que pusieron sus activos en esos instrumentos, quedaron expuestos al clásico riesgo de descalce y se vieron obligados a convertirse en vendedores.
La génesis de esta crisis fue esa. “Si los tipos de interés suben -dice el estudio de El Cano- el precio de mercado de todos los títulos de renta fija, incluidos los bonos del Tesoro estadounidense, cae”.
Esos bonos eran considerados la inversión más segura del mundo ya que teóricamente no tienen riesgo de impago, pues EEUU prende la máquina e imprime sin respaldo, y eran el piso de rendimiento para cualquier otro tipo de inversión.
Como bien señala Devereux, la analista de Vanguard, a diferencia de 2008 el riesgo ahora es otro. Pero es sistémico: el precio de mercado -en dólares- de sus propios bonos.
Así, su moneda y su propio respaldo, con los cuales construyó su hegemonía mundial desde 1945 a esta parte, lo han llevado hasta su punto más alto y crítico a la vez. Del otro lado de la cima, todo es cuesta abajo. Esa es la materialidad de la crisis y su radicalidad, que ya no es competencia comercial sino la guerra misma por imponer otro patrón medida.