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a deuda global volvió a ubicarse en niveles pico de 305 billones de dólares y ya suma 45 billones más que antes de la pandemia según lo publicado la semana pasada por el Instituto Internacional de Finanzas (IIF). Allí se adelantó que en los próximos trimestres el endeudamiento seguirá creciendo aceleradamente por la suba en las tasas de interés en el mundo desarrollado.
En el informe se planteó que existe una “crisis de adaptación” al nuevo régimen monetario en los países avanzados porque las tasas de interés pasaron de niveles cercanos a cero a casi el cinco por ciento. Uno de los ejemplos mencionados es que el endurecimiento monetario creó desajustes de liquidez en el balance de las instituciones financieras norteamericanas menos robustas, que llevó a quiebras como las del Silicon Valley Bank.
“Aunque las quiebras bancarias recientes parecen más idiosincrásicas que sistémicas, y las instituciones financieras norteamericanas tienen mucha menos deuda (78 por ciento del PIB) que en el período previo a la crisis de 2007 (110 por ciento), el temor al contagio provocó el retiro significativo de depósitos de bancos regionales de Estados Unidos”, sostiene el informe.
El informe alerta que “la contracción podría afectar particularmente a las pequeñas empresas, al tiempo que daría lugar a tasas de incumplimiento más altas y más empresas zombies en todos los ámbitos. Alrededor del 14 por ciento de las empresas que cotizan en Estados Unidos pueden considerarse zombies, con una parte sustancial de estas en los sectores de la salud y la tecnología de la información”.
La situación en los “países emergentes”
El IIF registró que el pasivo de los mercados emergentes supera los 100 billones de dólares, cuando antes de la pandemia la cifra se ubicaba en torno de los 75 billones de dólares. Brasil, India y Turquía fueron algunos de los países que más ampliaron sus pasivos.
Las economías emergentes comienzan a mostrar cada vez más dificultades para conseguir emitir deuda en su propia moneda. Según el informe esta situación se debe a que los bonos en moneda local de un emergente ahora compiten contra la tasa de interés de los bonos de un país desarrollado con niveles más atractivos. En la medida que esta situación se estire en el tiempo amplía la vulnerabilidad financiera y genera nuevos conflictos.