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a aprobación en el Senado de una serie de medidas incluídas en el capítulo laboral de la Ley Bases, allana el camino para la baja del costo laboral. Lo que empezó con una devaluación del 118% en diciembre, continuó con una inflación del 25% (y decreciendo desde el techo altísimo al que la llevaron), sigue ahora con la llamada “modernización laboral”.
Sectores del capital resuelven así una parte de sus problemas con la “mejor ley dentro de lo posible” y con el apoyo transversal de todos los bloques legislativos en ambas cámaras. Incluso lo celebran, como consultoras financieras o las propias Bolsas de Córdoba y Rosario.
Aún así las grietas quedan, porque no todos los sectores económicos cierran con estas medidas.
Postergados, una vez más, quedan los que viven del trabajo. La flexibilización laboral vía esta norma, sumado a la baja del precio del salario vía devaluación-inflación, o incluso el techo en las paritarias, no hace más que seguir trasladando la crisis de arriba hacia abajo.
La mayoría de los trabajadores por debajo de la línea de pobreza tiene que ser el eje que aglutine al pueblo trabajador en recuperar el peso para revertir la situación estructural que hace medio siglo nos agobia.