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a primera acción de lucha fue cuando el gobierno nacional devaluó un 118 % la moneda y llevó a millones de personas trabajadoras a la indigencia y la pobreza.
Después siguió con el recorte a las jubilaciones, las universidades, el despido de estatales, las desregulaciones y la entrega de lo poco que tenía el pueblo como patrimonio público. Acomodar los números no fue para la prosperidad social sino para pagar un endeudamiento abismal en dólares.
Esa es la lucha de estas fracciones dominantes del capital financiero y la bolsa, que dieron enormes pasos en estos meses.
No podía ser menos la lucha del pueblo trabajador que salió a pelear, básicamente, porque no puede vivir. No podía ser menos, entonces, que el movimiento estudiantil saliera a pelear por un sistema público y gratuito de enseñanza universitario con decenas de tomas en todo el país.
Pero como todos luchan, también están los líderes partidarios pidiéndoles a las personas con hambre, que en lugar de pelear, junten votos para cambiar la composición en el parlamento. Y están los oportunistas que quieren resistir y mantener la comodidad institucional que ya poco -o nada- resuelve.
Y están, eso sí, los que luchan por salario digno, por condiciones de vida y por confluir en una gran huelga general que revierta tanto viento en contra. Esa es la unidad. Y por más que la quieran frenar o fragmentar, no lograrán más que fortalecerla.