Son tan agudos los enfrentamientos y las tensiones, que la realidad ya no puede encasillarse en categorías viejas. Las disputas mundiales ya no encajan en las geografías institucionalizadas e históricas (Estados), de otro momento. Porque los polos de los enfrentamientos tienen una geografía más extensa que la delimitada tradicionalmente por los países.
Las luchas que libran los trabajadores en el mundo, también trascienden el espacio y el tiempo. Todo está en permanente movimiento y tensión. Y eso que está en puja alimenta la crisis.
Incluso el resurgir de los reclamos por la institucionalidad republicana (Estado de Derecho, Justicia, Partidos Políticos), no es sino el reflejo -defensivo- de lo que está cayéndose -deteriorándose-. Aún criticando la decisión de la República, no se hace más que ratificarla.
La recurrencia a lo viejo para explicar lo nuevo hace que la realidad no pueda entrar en esos límites. Porque esos muros fueron generados en otro momento, también de disputas, pero anterior.
Es la situación de las luchas (de los grupos económicos, de los trabajadores, de los pueblos) la que conforma este escenario único. En lo particular se refleja lo universal y la ebullición rebasa el recipiente.
No habrá derrame que valga si se sigue buscando un recipiente para meter -encajar- el agua hirviendo. Seguiremos pidiéndole peras al olmo. Como pedirle contemplación social al Poder Judicial. O solidaridad económica a las trasnacionales que impulsan suspensiones y despidos.
Todo está en permanente disputa. Todo es lucha. Y allí reside no solo la explicación del presente sino la definición del futuro.