«La noche fue difícil. Masivos combates urbanos con artillería pesada y ataques aéreos. Yemeníes atrapados en sus casas, demasiado asustados para salir. Acceso reducido a agua, atención sanitaria, comida y combustible», apuntó en redes sociales Robert Mardini, director regional de la Cruz Roja. Era la noche del 5 de diciembre, en Saná, capital de Yemen. los combates dejaron, ese día, más de 230 muertos y unos 400 heridos. El gobierno «oficial» había ordenado movilizar 7 batallones para recuperar la ciudad, controlada por los rebeldes. Pero además, los rebeldes chiitas hutíes del movimiento Ansar Alá y los partidarios del Congreso General del Pueblo (CGP), ex aliados, combaten también entre sí. El 4 de diciembre, los primeros, mataron al lider de los segundos, el ex mandatario Alí Abdalá Salé.
Salé gobernó el país desde 1990 hasta 2012, derrocado durante la llamada «primavera árabe». Entonces asumió su vice, Abdo Rabu Mansur Hadi, con el apoyo de la coalición árabe que lidera Arabia Saudita. Sigue siendo el presidente «oficial» y acusa a los rebeldes de ser pro-iraníes.
En 2015, el CGP y los hutíes habían conformado el Consejo Político Supremo y expulsaron a Hadi de la capital. Yemen quedó así con dos gobiernos y una guerra civil. La coalición saudita impuso desde entonces un bloqueo por aire, tierra y mar que implica a unos 20 millones de personas (la mitad son niños) que necesitan asistencia humanitaria urgente. Además, los combates llevan ya 10.000 civiles muertos -sobre todo por los bombardeos aéreos saudíes- y tres millones de desplazados.
El 2 de diciembre pasado se abrió una crisis entre los hutíes y los partidarios de Salé que los acusaron de dar un golpe de Estado, pero no contra el gobierno oficial sino contra el Consejo que conformaban juntos. La respuesta hutí fue el asesinato de Salé. «‘Hemos limpiado todas las zonas en las que se habían desplegado las milicias de la traición», Mohamed Abdelsalam, vocero rebelde.
Hadi llamó ahora a sus conciudadanos a oponer resistencia contra los rebeldes y ofreció «una amnistía general y total» a todas las personas que dejen de colaborar con los hutíes.