E
l planteo del gobierno es simple: achicar suficientemente todos los costos para garantizar la instalación de empresas y corporaciones globales que extraigan todos los recursos de estas tierras. La elevación de la tasa de interés y la subordinación de los bancos a inmovilizar pesos, demuestra la determinación de mantener barato el dólar y continuar las condiciones estructurales de ajuste.
La maniobra aparece en medio de la agudización de guerra imperialista que ya ha pasado a un nuevo escalón: el acuerdo de Alaska entre Trump y Putin doblega el papel de las fracciones globalistas y dibuja un mapa cada vez más multipolar pero con repartos de zona de influencia. En sincronía con esta cumbre, el Comando Sur de los EE.UU. bajó sus buques frente a las costas venezolanas y abrió en Buenos Aires una nueva conferencia de seguridad. El sector del gobierno que le es afín, Bullrich-Petri, logró avanzar en la unificación de la fuerzas armadas con las de seguridad interior. El sector global, Milei-Sturzaneger-Toto, colocó más proyectos RiGI extractivistas y recibió a la cúpula de uno de ellos: Glencore. A su vez, lanza una ONG en apoyo de la racia que el Israel sionista global está desarrollando en la franja de Gaza y sus alrededores. Ese territorio de oriente medio, vale recordar, es lo que es hoy a partir de las políticas británicas de inicios del siglo pasado.
Y justamente esta semana, tras la cumbre de Alaska, Israel rompe el acuerdo de alto el fuego y vuelve a bombardear todo a su alrededor. La fase imperialista del capitalismo implica el reparto de territorios de abastecimiento. Y nos están golpeando la puerta.
El progresismo y el desarrollismo solo discuten candidatos, que serán, necesariamente de uno y otro bando. El problema nacional, en sus manos, sigue así en manos extranjeras.
Las organizaciones populares estamos llamadas a adoptar una iniciativa que sortee ambas condiciones: la desposeción de nuestros recursos (desde el trabajo, los excedentes de la producción y los recursos naturales) ya en manos de las oligarquías extranjeras, sean estas anglo-globalistas (FCI y OTAN) o panamericanistas (bajo la visión de Donald Trump-Marco Rubio) o incluso emergentes (BRICS e industrias radicadas en China) y a la vez, para poder lograrlo, es necesario correr la conducción burguesa bajo la cual seguimos estando desde la dictadura del capital instaurada con el golpe de 1976.
O lo resolvemos ordenadamente con una iniciativa popular masiva en la calle o, estallada la crisis –y sobre nuestras necesidades, urgencias y sobre nuestros muertos– dirimen nuevamente las diferencias entre sus intereses y nos sacan de prepo a la calle como en 2001.