L
a guerra no es una efeméride del siglo pasado. Es el estado de situación presente. Crisis permanente, conflictos fragmentados e iniciativas de las distintas fracciones de capital que pululan por imponer su plan.
En este territorio, los programas político-económicos oscilan entre la devaluación de la moneda, default o nuevos endeudamientos.
Los grupos económicos que tienen sus costos asentados en el terreno nacional, pretenden resolver su deuda en dólares. Mientras, el gran capital financiero se deshace de sus posiciones en bonos atadas al peso. Ninguno quiere perder la oportunidad de torcer en su favor la crisis.
También está claro que saben que el pueblo trabajador y el movimiento obrero son el único actor que puede cambiar el tenor de la situación. Por eso el disciplinamiento: en su versión dura de represión de las manifestaciones y detención de militantes y dirigentes; como en su versión blanda de sumar dirigentes a las listas y desviar la acción política hacia el acto electoral demo-liberal.
La crisis está, se viene y debemos abrir esa escala de problemas sectoriales para aprovechar y orientar las acciones.
Ninguna medida, por más buena que sea, torcerá el presente. Es en las calles donde se puede torcer el destino. Ahí está el único trabajo presente, la única tarea prioritaria y la necesidad histórica.