Leopoldo Lugones, escritor argentino, nació un 13 de Junio de 1874 en Villa María del Río Seco, al norte de la provincia de Córdoba. Sus caminos en el mundo, ideológicamente hablando, comenzaron por un lado y terminaron en la vereda opuesta. De joven fundó junto a José Ingenieros el periódico socialista La Montaña. Pero en 1930, se posicionaría a favor del golpe militar de José Félix Uriburu, quien derrocaría a Hipolito Yrigoyen. Fue autor de la frase: “Ha sonado otra vez en América, para bien de todo el mundo, la hora de la espada”.
Hoy, la labor de los escritores en el país, se encuentra en un proceso de cambio constante. No solo escribe quien presenta sus libros, sino quien publica en sus blogs, o quien necesita decir algo en alguna red social. Hoy, la tarea del escritor es mucho más versátil y hasta quizá más anónima que años atrás.
Escriben los periodistas, escriben quienes aman y quienes odian. Escriben quienes extrañan a sus familiares al otro lado del charco y los que están disconformes con la forma en la que se mueve el mundo.
Parece haber una elite intelectual, vinculada con el mercado editorial, que se ocupa de definir quién se puede considerar escritor, y quien debe seguir esperando del otro lado de la puerta.
Y quedan en carpetas y en borradores, miles de cuentos y novelas que no han visto la luz, de gente que rescata historias todos los días.
Desmitificar la posición del escritor como solo un personaje intelectual que mira a la sociedad de reojo y con un ojo crítico, es una tarea urgente, que acompaña necesariamente la celebración de este día.
Que el escritor se ensucie, se mezcle, se contagie de las historias escondidas en las calles de tierra y detrás de los altos tapiales que esconden esas casas que muchos no quieren ver.
Que, independientemente de las ideologías, ninguno olvide la responsabilidad enorme que viene encarnada con el hecho de sentarse a escribir con intenciones de que otra persona lo lea.
Nunca se sabe con certeza cuál puede ser el efecto de las palabras.