Mientras la mayoría del pueblo argentino le cuesta llegar a fin de mes porque el salario no alcanza para cubrir la canasta básica, el flamante presidente del Banco Central de la República Argentina (BCRA) Luis Caputo se da el lujo de decir que lo que ocurrió «es lo mejor que nos pasó».
Se refiere probablemente a que nuevamente para salir de la encrucijada, la variable es la devaluación del salario de los trabajadores.
Tranquilamente esa frase lleva supuesto que «lo que había para hacer ya está hecho».
¿Para quién? Claro está, que es nuevamente para los grandes judadores globales financieros.
Ganan o pierden, se corren y golpean, pero siempre la crisis no es más que una traslación directa al pueblo.
Justamente a los generadores de la riqueza, que tienen que contar el mango para comer, y que tienen que poner la espalda para hacer el «último esfuerzo» al decir del presidente Mauricio Macri.
Pero la mayor complejidad del asunto, está en «hacernos creer» que la crisis es de todos.
Ellos la hicieron con pala, la multiplcaron con la bicicleta financiera -denominadas LEBAC- y se la fugaron casi toda en dólares. Total ahora, a costa del conjunto de la sociedad, el FMI dará la liquidez necesaria para pasar el mal momento. A costa del ajuste, aún mayor que propicia el organismo internacional.
Tiene razón entonces Caputo de que es lo mejor que le pasó. En tan poco tiempo y con los votos, pudieron acumular como nunca.
Dieron un salto cualitativo en su rentabilidad.
Por eso, cabe preguntarse, si con las meras reivindicaciones económicas o con la participación electoral regular, alcanza, para que verdaderamente la crisis no la pague -nuevamente- el pueblo.
«En tan poco tiempo y con los votos, pudieron acumular como nunca».