No es casual que mientras crujen las calles y todo se pone en movimiento, las representaciones sindicales y empresariales se mueven y generan las alianzas para imponer su proyecto.
La llegada de Dante Sica en el Ministerio de Producción generó buenas recepciones en los sectores industriales y «nacionales». De nacional tienen el asiento de sus plantas productivas en esta geografía denominada Estado – Nación, pero sus utilidades están ligadas directamente a las exportaciones.
Las grandes agroexportadoras, como también las cadenas de la industria automotriz o las industrias del acero como Techint, se benefician -una vez más- con la devlauación del 55 por ciento desde que comenzó este año. ¿O qué fue el 2002 sino la salvación del aparato productivo nacional vía la devaluación del salario de los trabajadores?
Algunos lo ven como una posibilidad de reconstituir un proyecto nacional. Pero esta visión -errónea y sesgada- no tiene en cuenta que solo el 1 % de las empresas en actividad en el país son las que exportan. Y tampoco observan que estamos dentro de la era financiera global y las tensiones no vienen originariamente de ahí.
Pero en movimiento están las clases y sus alianzas en acción que operan más allá de su interés particular y la voluntad de cada quien.
La famosa alianza productiva nacional no puede, por si, resistir los embates de guerra comercial que ciñen al mundo, que tensionan todas sus economías y sus viejos territorios y que convocan una vez más a la guerra interimperialista.
Es hora que el conjunto de los trabajadores pueda vertebrar como pueblo el movimiento para que otra vez no caigamos en alianzas que hablen por nosotros.