El 25 de junio de 1912 se desarrolló la rebelión agraria de pequeños y medianos arrendatarios rurales conocida como Grito de Alcorta. Ese día se realizó una asamblea en la Sociedad Italiana de Socorro Mutuo e Instrucción, de la localidad de Alcorta, al sur de Santa Fe, de la que participaron alrededor de 2.000 personas. Se declaró la huelga por tiempo indeterminado con el objetivo de conseguir, entre otras reivindicaciones, una rebaja general de los arrendamientos y aparcerías, la entrega en las aparcerías del producto en parva, y contratos por un plazo mínimo de 4 años.
La estructura social del campo en el momento en que se desata la rebelión, estaba integrada por terratenientes, arrendatarios y subarrendatarios. Estos últimos se encontraban sometidos a los terratenientes a través de contratos que establecían, entre otras cosas, rentas impagables y la obligación de comprar herramientas e insumos a quien el terrateniente mandare, e imponían al colono las responsabilidades de una mala cosecha. Se llegó a un punto en que, por más que el colono trabajara de sol a sol y por buena que fuera la cosecha, al final de esta no le quedaba ni lo más elemental para subsistir. El estudio de Juan Bialet Massé sobre “La condición de las clases trabajadoras” (de 1901), es una radiografía clara del tratamiento infrahumano que recibían los colonos.
El Grito de Alcorta marcó la irrupción de los chacareros (mayoritariamente procedentes de inmigrantes europeos) en la política nacional del siglo XX.
A medida que se avanzó en la huelga, se fue avanzando también en su organización, y tomó fuerza la idea de constituir una organización central de chacareros. Fue así como el 15 de agosto de 1912, en la Sociedad Italiana de Rosario, se fundó la Federación Agraria Argentina.
La respuesta de los terratenientes fue en un acto realizado en la localidad de Firmat donde fueron asesinados los dirigentes agrarios anarquistas Francisco Mena y Eduardo Barros.
A pesar del violento accionar de los terratenientes, los huelguistas fueron logrando cada vez más adhesiones. Al apoyo inicial de los anarquistas y socialistas, de los curas y los pequeños comerciantes, fueron sumándose los profesionales y amplios sectores populares. Los terratenientes fueron cediendo lentamente y hacia mediados de 1913 la inmensa mayoría de los arrendatarios había logrado una importante rebaja de los arrendamientos.