Las acciones sociales son inobjetables. Por ello no se pueden soslayar más que en el campo de las ideas. Son los sucesos los que marcan y forjan los procesos sociales. El realineamiento de Argentina es más bien el reordenamiento en el mundo. Los cambios en los gobiernos en el Cono Sur, son parte del reacomodo mundial, del enfrentamiento global. A medida de que el gobierno de Mauricio Macri socavaba el Mercosur y la Unasur, la presencia y los acuerdos con las potencias de Gran Bretaña y Estados Unidos se hicieron más presentes. Todo va en el mismo sentido. La base de «ayuda humanitaria» para instalarse en Neuquén que propone norteamérica, está en la misma geografía donde China ya tiene su centro de investigación aeroespacial. Y Gran Bretaña tiene su llave de ingreso a la Antártida desde las Islas Malvinas. La disputa es aguda. El deterioro de la industria militar de defensa, junto al desprestigio de las fuerzas, va en un mismo sentido. Los capitales en formato de Estado necesitan poner su pata en nuestro continente al tiempo de no dejar que haya posibilidad de reacción. Vale preguntarse qué hay en este momento histórico, para que las potencias extranjeras tengan tanta iniciativa ya en el campo de lo militar. ¿Lo harían si tuvieran todo controlado? Es quizás el no poder manejar la situación la que los lleva a ir a fondo. La potencia que no da el paso, queda afuera. Pero hay un paso que tiene que dar el pueblo. Ahí está el desafío. Y nunca el problema es la forma sino más bien las relaciones sociales que legitiman esa posición. Es la hora de que el pueblo se ponga en la primera fila para defender la soberanía. Es lo único que nos queda para salvar nuestro continente.