La forma que toma una disputa no la define el instrumento, sino más bien las clases, fracciones y sectores sociales que pugnan por un interés determinado. Que los movimientos militares aparezcan en un formato técnico (movimiento de tropas, bases militares, prueba de misiles) no niega que lo que se enfrenta -siempre- son fuerzas integradas por sectores del pueblo. No hay diferencias en el sentido social, por ejemplo, entre los habitantes de un lugar que luchan por los recursos naturales y un Ejército de una potencia extranjera que quiere explotarlos. Ver el instrumento sin las relaciones sociales nos puede llevar a creer que la base de ayuda humanitaria que impulsa EEUU en Neuquen, no tiene carácter militar. No desde la forma, pero si desde la ocupación de un territorio. Este nuevo debate sobre las fuerzas armadas en el país, nos hace olvidar que incluso el propio Estado Nacion como lo conocemos, es resultado de disputas anteriores y, por tanto, el resultado de imposiciones de unos sobre otros. No analizarlo de esta manera, nos hace aparecer la defensa nacional como dogma de un deber ser pero sin gente, sin materialidad. Por eso, la soberanía no es un asunto solo de las Fuerzas Armadas. Es el pueblo, que habita en un lugar, el que debe pelear-controlar-apropiarse de los recursos de su comunidad. Asumir esta posición es un paso importante en los aspectos de la soberanía. Para no delegar y desnaturalizar todo lo que aparece ante nuestros ojos. Es el pueblo trabajador, el que tiene que dejar de delegar, para tomar -en todos los aspectos de la vida- el sartén por el mango de su propio destino.