Es cuestión de desarmar el rompecabezas, sus piezas no están por orden lógico de la naturaleza. Lo que aparece separado -en tiempo y espacio- e incluso hasta disociado de otros hechos, va tejiendo en conjunto la misma situación. El acceso a la tierra y la vivienda emerge como problema fundamental y se suma a una lista enorme de problemáticas por las cuáles las familias trabajadores en nuestro país se le complica llegar a fin de mes. Tarifas desmedidas, salarios a la baja, despidos, inflación y un sinfín de problemas que hacen que los reclamos abunden, los proyectos sobren, pero las soluciones de los problemas falten. Lo que no tienen algunos a otros le sobra. Figura como activo en un balance, y aunque esté ocioso, es una mercancía. Y quien necesita acceder a un techo para vivir, tiene que contar con la plata que se necesita para pagar el alquiler de ese activo en el mercado. Los números son claros como muestra en la ciudad: entre departamentos vacíos y terrenos ociosos, se podría solucionar en gran parte el problema de acceso a la vivienda de más de 7 mil ciudadanos. Eso habla no solo de un problema de necesidad. Más bien, hay un derecho que no se puede garantizar porque están en manos del lucro de un privado. Una simple descripción de lo que ocurre cuando el mercado interviene en todas las facetas de nuestras vidas. El problema está, en el para qué de la política. ¿A qué intereses representan los que en los sillones fueron elegidos por los mismos que no tienen ni tierra ni casa? El problema es uno. Hay alguien que se quedó con lo que le corresponde a varios. Y no hay legislación ni Estado vigente, claro está, que revierta esa situación en favor de la sociedad