Hay un solo escenario. Allí se ponen en juego todos los intereses y todas las intenciones que disputan y luchan un lugar: la imposición de una situación, la defensa de un interés. Los capitales que sufrieron el impacto de la globalidad y quedaron más asentados en su lugar histórico y geográfico, se defienden. Allí está Estados Unidos, que aparece como país, pero que representan a fracciones de empresas que perdieron lugar en los últimos años. Porque otras fracciones de capitales pudieron desarrollarse con sus flujos que recorrieron los países emergentes y que le dieron un nuevo lugar a la nueva potencia: China. El país del norte patea todos los tableros de la multipolarismo. Le falta decir “aquí mando yo”. Golpea Europa, los acuerdos con OTAN, ahora Turquía y se asienta en América Latina: su histórico patio. No duda en hacerlo con sus empresas, militarmente o con la moneda. Lo hace, se impone y Argentina no es la excepción a la regla. No puede serlo -independientemente de su intencionalidad-. La devaluación sigue siendo la variable para salvar a una fracción del empresariado nacional exportador. Pero ya no alcanza. Los ciclos son cortos, los costos son altos y el deterioro de las condiciones de vida de la sociedad complica todo. Por eso todos luchan. Y hasta la UIA critica las medidas de gobierno, cuando hace un mes aplaudía la designación del productivista Dante Sica en el Ministerio de Producción. La situación de la moneda en Turquía nos hace un daño enorme, repercute, tensiona y reconfigura todo. Estados Unidos pretende volver a ser el centro de la escena. Basta ver si la posición norteamericana es un avance, o solo manotazos desesperados de un monstruo que está por caerse.