El 8 de Septiembre de 1968 concluía en Medellín Colombia la II Conferencia del Episcopado Latinoamericano. Luego de 50 años del histórico hecho, queremos recuperar algunas de sus más centrales conclusiones en relación al devenir de los pueblos latinoamericanos y de los cristianos en el mundo.
Mientras finalizaba el Concilio Vaticano II en 1965, Pablo VI exhortó a los obispos del CELAM presentes a asumir una visión crítica frente a los problemas que agitaban a América Latina como un requerimiento indispensable para la acción pastoral de la Iglesia en esas regiones.
Estas eran las 3 líneas: 1- Espiritual, señalando que no debemos dedicarnos al apostolado si no sabemos corroborarlo con el ejemplo de las virtudes cristianas y sacerdotales. 2- Pastoral, ya que la Iglesia institucional aparece hoy confrontada con otra llamada carismática, como si la primera fuese la de un cristianismo ya superada, mientras la otra sería capaz de interpretar el cristianismo para responder a los problemas urgentes y reales de nuestro tiempo. 3- Social, favoreciendo todo esfuerzo honesto para promover la renovación y la elevación de los pobres partiendo de la propia sencillez de la Iglesia en sus formas, que es un testimonio de fidelidad evangélica como condición, alguna vez imprescindible, para dar crédito a su propia misión.
Las Conclusiones de Medellín se enfocan hacia la presencia de la Iglesia para «transformar a América Latina a la luz del Concilio Vaticano II». La solicitud pastoral recae sobre tres áreas: 1ª- La promoción del hombre y de los pueblos hacia los valores de justicia, paz, educación y familia; 2ª La necesidad de evangelización y maduración de la fe a través de la catequesis y liturgia y 3ª Los problemas que giran en torno a toda la comunidad para que sea más fuerte la unidad y la acción pastoral.
No se limitó a ajustar la iglesia de la región a las directrices emanadas del Concilio, sino que intentó adecuar y enriquecer la recepción desde su historia y contexto; surgen las Comunidades de Base, la perspectiva de la salvación como liberación en la historia, la sacramentalidad de la iglesia desde la pobreza, y su compromiso total con los pobres y marginados. Estas opciones y otros temas como el de la dimensión política de la fe y la relación entre desarrollo y salvación serían por los que Medellín llegaría a ser reconocido y recordado en la posteridad, y a partir de las cuales se consolidará la teología de la liberación.
DIJO