Giorgio Agamben, filósofo, escribió un artículo titulado “Por una teoría del poder destituyente”, donde propone considerar el proceso de despolitización actual. En occidente, afirma, habitamos como cuerpos un estado jurídico pasivo, es decir, indolentes (e indefensos) ante la realidad, única alternativa, centrada en la protección del derecho individual. La política, allí, es dejada al servicio de las fuerzas más poderosas del mercado social y el Estado, continúa, se ve superado por los poderes de la sociedad del capital. Muy diferente a la vida política para los griegos antiguos, en donde vida era vida con la política, porque los asuntos sobre lo común son propios. Actualmente, esto parece imposible. Los poderes gobernantes trabajan en sentido contrario: desapropiar a los ciudadanos de vivir lo común como lo inapropiable.

«Cuerpos que se rebelaron contra la indiferencia y reclamaron ser advertidos, usando la herramienta más eficaz: molestando la inercialidad del usufructo del derecho individual».
Los días en que la UNRC fue tomada por sus estudiantes fue una muestra amplificada de lo anterior. Ante la inmutabilidad de los poderes de gobierno sobre un problema en torno a lo común (el derecho a la educación pública y su financiamiento como garantía), un grupo de alumnos -con apoyo de docentes- interrumpieron la pasividad de los cuerpos. Todo fue interpelado y sacudido, en una sociedad que no gusta demasiado las interrupciones. Cuerpos que se rebelaron contra la indiferencia y reclamaron ser advertidos, usando la herramienta más eficaz: molestando la inercialidad del usufructo del derecho individual. Fue patente en las reclamaciones a la toma: “ellos violan MI derecho a entrar a la Universidad a estudiar, dar clase, etc”. L@s alumn@s en la toma tocaron la fibra más sensible de nuestros sistemas de gobierno: visibilizar que HAY poderes interviniendo en la posibilidad de garantizar la vida y los derechos. Y que eso, que su garantía, depende de modelos políticos en pugna. No se los perdonaron: el sentido común dominado operó fuertemente en ubicarlos como enemigos de la libertad, la paz social y la moral. Much@s deseaban fervientemente derramar su sangre “infecta”, porque los sanos no pueden partir de lo común y lo solidario para construir incluso lo individual. Simplemente no puede ser así.
Pues para l@s pib@s de la toma sí puede. La Asamblea Social que se constituyó en su interior funcionó convirtiendo lo individual en colectivos en disputa: trabajo, género, lenguaje, economía, ciencia, filosofía, política, industria, historia, información, etc. Todo fue puesto en discusión, explotando las deconstrucciones constructivas, y articulándolas para alcanzar objetivos concretos. La vida política se hizo cuerpo otra vez, y se organizó, aún con sus conflictividades internas, inherentes a estas magnitudes. Esa potencia es destituyente de lo instituido. De allí el temor que genera la organización de las solidaridades como principio. La Asamblea Social sigue viva después de la toma, y la necesidad de su articulación con otras fuerzas del campo popular es urgente. El neoliberalismo quiere sobrevivir, y no duda en desenvolver sus mecanismos de eliminación a todo lo que conmueve sus principios.