Este gobierno ejecuta lo que le dictan en Nueva York. Esa es su base «social»: la de los sujetos que operan en el mercado de capitales, en general, y la que respalda la refencia mundial del dólar, en particular.
El gobierno no escucha lo que le reclama la población que hasta lo votó: empleo, salarios para poder vivir, tarifas de servicios domiciliarios accesibles, condiciones mínimas de producción para las pymes.
Es lógico pues nadie atiende un problema que no tiene. Su problema es el de hombres que impulsan el desarrollo del mercado global de capitales y que quieren insertar en ese mundo a esta porción del cono sur. Esa es su única crisis aun cuando arrastre con sus efectos colaterales al conjunto de las poblaciones.
No se discute el plan de gobierno en términos de condiciones de vida de las personas de a pie pues, en su ecuación de intereses, la población es como el conjunto de seres vivos con los que se encuentran cuando compran una parcela que viene con todo eso plantado sobre el terreno.
Las nuevas decisiones del gobierno en su vínculo con el FMI lo dejan claramente expuesto.
El gobierno de un país es un lugar que ocupa una clase o sector para hacer pasar como problemática de todos lo que solo es de su interés particular. Siempre fue así, ahora solo queda expuesto con mayor evidencia y destierra la ilusión ciudadana de que un gobierno «es», por definición, de y para el pueblo.
Es entonces igual de lógico y de legítimo que el pueblo pueda y quiera ahora definir con la misma claridad, cuál es su problema. Y que con idéntica determinación, se embarque en darle solución.
Menuda tarea, pues, sin dudas ya: ellos son nuestro problema.