Una creciente preocupación en relación al Estado Democrático de Derecho ha surgido a lo largo y a lo ancho del mundo en los últimos años, lamentablemente Brasil no fue, ni es la excepción.
La democracia brasilera es relativamente reciente. Antes de ella tuvimos varios gobiernos autoritarios, en especial entre los años de 1964 y 1984, con una dictadura militar. Dictadura que algunos ciudadanos brasileros insisten en afirmar no haber existido. Interesante aspecto cultural que sin duda contribuyó al retorno de un gobierno antidemocrático como actualmente se está delineando bajo la próxima administración del próximo presidente electo Jair Messias Bolsonaro (62 años) del Partido Social Liberal (PSL).
El brasilero medio
El brasilero medio realmente cree que Jair Bolsonaro es lo “nuevo”. Un político que no práctica la “política”. Que lucha por un país más justo, sin importar que este haya sido acusado y procesado por incitación a la violación, injuria, apología a la tortura, discriminación racial, agresión física, la causa “Caixa 2”
Para entender como el Brasil llegó a este punto, es preciso comprender que el brasilero medio no tiene conocimiento histórico. Si él no vivió o no percibió el contexto, para él este es inexistente. Jair Bolsonaro es ejemplo de eso.
En respuesta a una entrevista que concedió al programa “Rodar Viva”, del canal “TV Cultura” en Brasil, el día 30 de septiembre de este año, el entonces candidato a presidente negó que el país tenga una deuda histórica con la población negra por causa de la esclavitud. Sumado a esto el entrevistado afirma: “el portugués ni pisaba el África, de hecho eran los propios negros los que entregaban los esclavos”. Este es apenas uno de las muchas falacias o errores históricos que el presidente electo se ha encargado de difundir en cada una de sus intervenciones en los medios.
Recientemente, el día 5 de noviembre, Bolsonaro afirma que cambiará la forma como se calcula oficialmente el número de desempleados en el país, ya que desde su punto de vista, la metodología para calcular la tasa de desempleo realizada por el IBGE (Instituto Brasilero de Geografía y Estadística) es una falsa y alega, inclusive, que “de a poco la población va entendiendo que es mejor tener menos derechos pero con mayores posibilidades de empleo que acceso a todos los derechos, pero en un contexto de desempleo total”. Dos días después, anunciaría que eliminaría el Ministerio de Trabajo, afirmando que será “incorporado en algún ministerio” sin especificar cuál. Una vez más, Jair Bolsonaro demuestra total desconocimiento en sus declaraciones, ya que no comparte la realidad del trabajador brasilero, como no comparte, a la vez que desconoce la realidad social de todos los grupos minoritarios de su país, entre ellos el colectivo de Mujeres, Homosexuales y Poblaciones indígenas, entre otros.
Él es la personificación del brasilero medio. Pero, ¿Quién es el “brasilero medio”? Es todo aquel que posee capacidades intelectuales “medias”, conocimiento “medio”, gustos “medios”. O sea, él solo piensa, solo conoce y gusta apenas de aquello que le agrada y le conviene. Él brasilero medio desprecia las informaciones que pueden chocarlo, provocarlo, hacerlo pensar, acceder a nuevas informaciones que lo perturben y que puedan generarle la angustia de una crisis existencial, la negación del propio pensamiento.
Como ya decía Marilena Chauí, importante filósofa brasilera, “La media es el sentido común cristalizado”.
Lo que refuerza todavía más esta postura del brasilero medio es la comprensión del mundo a partir de los recursos audiovisuales. Según el diario “The New York Times”, en un artículo publicado el 17 de octubre, el 44% de los brasileros ha usado Whatsapp para acceder a informaciones políticas.
En los últimos dos años, se multiplicaron los “filósofos, sociólogos y científicos políticos” formados por Facebook, Red Social que a su vez, de tan preocupada con los alarmantes índices de “fake news” o “noticias falsas”, pasó a informar a sus usuarios cuando la noticia-propaganda es falsa sugiriendo, implícitamente que serían retiradas.
A través de su perfil, el brasilero medio se identifica con el candidato medio.
El brasilero medio realmente cree que Jair Bolsonaro es lo “nuevo”. Un político que no práctica la “política”. Que lucha por un país más justo, sin importar que este haya sido acusado y procesado por incitación a la violación, injuria, apología a la tortura, discriminación racial, agresión física, la causa “Caixa 2” (recursos financieros no contabilizados y no declarados a los órganos de fiscalización competentes del poder ejecutivo).
El surgimiento de un viejo-nuevo actor político:
«Bolsonaro tomó un gran impulso en su carrera política con el apoyo del también mediático Obispo Evangélico Edir Macedo, fundador de la “Iglesia Universal del Reino de Dios”
Mientras tanto, existe una institución que se destaca a la hora de contribuir para la existencia y perpetuación del brasilero medio: La religión evangélica. La misma ha sido, en los últimos 30 años la religión de la “prosperidad brasilera”, distorsionando la ideología propagada por Lutero en la que el trabajo dignifica al hombre a los ojos de Dios y negando una de las afirmaciones del catolicismo en donde “es más fácil pasar un camello por el ojo de una aguja que un rico por la puerta de los cielos”. Este pensamiento tomó fuerza de la mano del brasilero medio en ascenso. Que, a su vez también se olvido que su prosperidad vino de la mano de reformas políticas, económicas, sociales y de asistencia, desarrolladas y promovidas por los gobiernos de Fernando Henrique Cardoso (1995 – 2002) y Luis Ignacio “Lula” da Silva (2003 – 20011), periodo en que tomaron un gran y fuerte impulso.
Donde entra Bolsonaro en todo esto? Por ser “Mesías” uno de sus nombres, fue declarado el “enviado de Dios” por el pastor evangelico Silas Malafaia, indicado por la Policía Federal por lavaje de dinero y participación en esquemas de corrupción ligado a royalties de la minería. Malafaia estrechó lazos de amistad con Bolsonaro en 2006, cuando hubo un intento de aprobación de un proyecto de ley que se tramitaba en la Cámara de Diputados en Brasília-DF en el cuál se criminalizaba la homofobia (PL 122). La idea de transformar en ley el rechazo a la negación a prestar servicio para homosexuales, no emplearlos por cuenta de su sexualidad e impedir la expresión de afecto homo-afectivo, dejaba a Jair Bolsonaro bastante disconforme, ya que nunca escondió su preconcepto sobre esta porción de la sociedad. El nuevo presidente solía ser un diputado poco expresivo por el Partido Progresista (PP), del cual era afiliado, pero su oposición a dicho texto agrado la Bancada Evangélica.
Durante aquellos años, Bolsonaro no pertenecía a la religión evangélica, a la cual se “convirtió” tras percibir en este sector la fuerza necesaria que él precisaba para ascender políticamente.
Recientemente, encuestas sobre intención de voto colocaron a Bolsonaro, ahora líder del Partido Social Liberal (PSL), en un 70%, cifra que se encontraba por encima de su oponente inmediato Fernando Haddad, del Partido de los Trabajadores (PT) con u 30% de intención de voto.
Existía entre los católicos un empate técnico con una ventaja de un 2% por parte del líder del PSL. Cifras realmente importantes dado que actualmente Brasil cuenta con 70 millones de brasileros evangélicos.
Si tenemos en cuenta que la visión general del brasilero medio evangélico es homofóbica, misógina y conservadora, podemos decir que sus ideas encontraban un aliado perfecto en el actual presidente electo.
Si tenemos en cuenta que la visión general del brasilero medio evangélico es homofóbica, misógina y conservadora, podemos decir que sus ideas encontraban un aliado perfecto en el actual presidente electo.
Siguiendo esta línea, Silas Malafaia, fue uno de los mayores, si no el mayor aliado electoral de Bolsonaro. Guiando a sus fieles, desde 2011. Confirmando el hallazgo de la nueva personalidad política que representará “la familia tradicional brasilera” y el “verdadero ciudadano de bien”, incitando, al mismo tiempo, al odio ideológico contra el Partido de los Trabajadores.
Marcos Feliciano, otro pastor evangélico bastante conocido en el medio político, mediático religioso, también agregó fuerzas en 2013, cuando se tornó Presidente de la Comisión de Derechos Humanos (CDH) de la Cámara de Diputados, causando consternación entre todos los activistas del país, conocedores de su visión pre-conceptuosa sobre las minorías políticas.
En este contexto Bolsonaro tomó un gran impulso en su carrera política con el apoyo del también mediático Obispo Evangélico Edir Macedo, fundador de la “Iglesia Universal del Reino de Dios”, propietario de la “Red Record de Televisión”, Emisoras de radio, portales de noticias y del diario “Correio do Povo”, también procesado y condenado por lavaje de dinero y desvío de donaciones de sus feligreses.
El día 04 de octubre, la red Record de Televisão transmitió la entrevista de Jair Bolsonaro, al mismo tiempo en que se llevaba a cabo el debate nacional entre los candidatos a presidentes en la Red Globo de Televisão. Debate donde el actual presidente electo se negó a participar alegando recuperación del atentado sufrido el 6 de septiembre, cuando estaba en campaña en las calles de Juiz de Fora, Estado de Minas Gerais.
Del mismo modo, el Obispo evangélico Robson Rodovalho, fundador de la Iglesia Sara Nossa Terra.
Todos los citados encima persuadieron a sus pastores a realizar campañas favorables a Bolsonaro valiéndose de todas las herramientas a disposición, desde la propia iglesia, hasta las redes sociales. Los propios fieles ejercían presión entre sí para votar al candidato del PSL.
Los meses previos a las elecciones fueron meses llenos de “Fakes News” sobre el “Kit Gay” distribuido por el Partido de los Trabajadores en las escuelas para promover la homosexualidad entre los niños; sobre la camiseta de Manuela D´Avila, candidata a la vicepresidencia acompañando a Fernando Haddad, con la frase “Jesús es travesti”; que Haddad habría tirado a la basura un ejemplar de la Biblia Sagrada; que, inmediatamente después que fuese electo, Haddad colocaría otras familias para vivir con aquellos que tuviesen grandes casas con varios cuartos; que liberaría el aborto y el uso indiscriminado de drogas ilícitas.
Todas ellas comprobadamente falsas, pero que endiosaban la idea en el imaginario del brasilero medio evangélico, de que el Partido de los Trabajadores (PT) y todos sus representantes fuesen contra todos los valores cristianos y contra las costumbres de la familia tradicional brasilera.
Al mismo tiempo, todos los evangélicos anti-Bolsonaro sufrían represión y persecución en sus respectivas iglesias, tanto por sus líderes religiosos, como por sus “hermanos”, ya que “en la guerra entre el bien y el mal”, como la propaganda lo establecía, fiel que no apoya está del lado del “mal”.
A groso modo, se percibió como fue utilizada con gran eficacia la estrategia del miedo. Miedo a la izquierda política, miedo al “petismo”, a las ideas feministas, a las ideas sobre igualdad racial, a la identidad de género y de sexualidad y el miedo a tantas otras ideas que obligan al brasilero medio a salir de su “zona de confort” en relación al pensamiento y a la actitud.
Los líderes religiosos evangélicos saben bien como valerse del miedo contra sus propias “ovejas” que deben mantenerse obedientes y pasivas para que sean aceptadas a los ojos de Dios.
Como consecuencia, tuvimos una campaña y una elección política basada en la ignorancia.
Nunca como ahora, las frases “amar al prójimo como a ti mismo” y “hacer el bien sin mirar a quien” se tornó tan distante del ideario del brasilero medio que se dice cristiano y ciudadano de bien, ya que, desde su punto de vista, “cualquiera que difiere de sus ideas debe ser subyugado o, si fuese necesario, eliminado”, como fue demostrado por Bolsonaro innumerable cantidad de veces en sus discursos a lo largo de su carrera política.
Si Jesus Cristo hiciese en la actualidad, en el Brasil, el mismo trabajo que desarrolló en vida, probablemente sería apodado de izquierdista por motivar a las minorías a que se rebelen contra la opresión y de atentar contra la tradición de la familia brasilera por acoger una prostituta. Tal vez, quién sabe, todavía dirían que sería de la “banda del PT”.
Todo indica que, si no pertenecemos a esta visión media, viviremos tiempos difíciles…