En toda política hay un destinatario claro, contundente, palpable. En la ciudad comercial y de servicios, donde la situación económica ha reducido como nunca la venta de los comercios minoristas, las cámaras de seguridad aparecen como una solución. Más del 30% de la población no tiene aportes jubilatorios, pero ahora los «vecinos» podrán caminar «tranquilos» sabiendo que todo quedará guardado en la central de monitoreo. La tecnología no deja de ser una mediación de lo social. Y como todo lo creado por la propia humanidad, detrás de cada evento tecnológico, existe una dimensión de poder. A alguien le está hablando el gobierno local cuando le dice que ahora todo está filmado. Como también a alguien le habló semanas atrás la ministra de Seguridad Patricia Bullrich cuando dijo que éramos libres de andar o no armados. No son ni decisiones ni dichos al azar. Pretenden legitimar la vigilancia destinada a fracciones sociales que supuestamente demandan este tipo de políticas. Supuestamente porque la muestra está en las encuestas. Todo es delegado: los servicios públicos como el transporte y la recolección de residuos a empresarios privados, la vivienda a constructoras privadas, la seguridad a la central de monitoreo y las cámaras de seguridad, las necesidades de los vecinos a los encuestadores, el crédito a la emisión de bonos en el mercado de capitales. La política del gobierno municipal no dista del marketing que utiliza Macri. Solo matices, colores, formas. Se dirige a un “cliente” más de un negocio como cualquiera que intenta «mejorar la vida». ¿Y la comunidad? Hay tiempo e iniciativas para pensar nuestra solución sin que nada o nadie tenga que venderse o comprarse en las góndolas de una ciudadanía rehén.