Del 30 noviembre al 1° de diciembre se realiza en Buenos Aires la Cumbre de Líderes del G20, bloque integrado por Alemania, Arabia Saudí, Argentina, Australia, Brasil, Canadá, China, Corea del Sur, EEUU, Francia, India, Indonesia, Italia, Japón, México, el Reino Unido, Rusia, Sudáfrica, Turquía y la Unión Europea. Representan dos tercios de la población, el 85% del PBI y el 75% del comercio globales.
También lo integran el Banco Mundial, la Organización Mundial de Comercio (OMC), la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) y el Fondo Monetario Internacional (FMI). El mismo que hace unos días avaló las cuentas argentinas y activó el tercer desembolso de 7.500 millones de dólares del acuerdo stand by total de 56.300 millones.
«Elogiamos a las autoridades por sus continuos esfuerzos para avanzar en su programa de reforma económica, incluido el apoyo político para la aprobación del Presupuesto», dijo el organismo.
Según el slogan de la Cumbre, los líderes buscarán «construir consensos para un desarrollo equitativo y sustentable». Como siempre, habrá una declaración final sobre trabajo, educación, energía y otros temas sobre los que hay diferencias: multilateralismo, comercio, cambio climático y migraciones.
Vender y vender
Con la naturalidad de siempre, el gobierno conceptualizó de qué se trata: es la posibilidad de “transmitir nuestra marca país al mundo», dijo ayer Hernán Lombardi, coordinador de la Unidad Técnica G20 dependiente de Presidencia.
El sábado publicó una columna en el portal de la Agencia Telam abonando allí también su concepción de sociedad: «como ha dicho el presidente Mauricio Macri, el G20 es un proyecto de distintos sectores de la sociedad, empresariales y políticos. Es de todos.»
Pero no. Porque además de explorar la radiografía social y económica de cada país para delinear los alcances de ese «todos», hay que mirar cómo la ciudad de Buenos Aires está sitiada: 22 mil policías locales, cinco mil extranjeros, 23 embarcaciones de guerra, tanques de guerra en las calles y más de 50 aeronaves de uso militar.
«Si piensan que es necesario prácticamente cerrar la ciudad y excluir a sus habitantes, supuestamente para proteger a la reunión del G20, no hace falta profundizar en el carácter repudiable de la misma. A confesión de parte, relevo de pruebas», dice el párrafo final de la carta firmada por Adolfo Pérez Esquivel, activista social y premio Nobel de la Paz en 1980, enviada a Gerardo Milman, titular de la Unidad de Coordinación General del Ministerio de Seguridad de la Nación (ver página 9).
Movimientos
Un conjunto de organizaciones sindicales, políticas y sociales agrupadas en la Confluencia Fuera G20 FMI, organizaron la «Semana de Acción Global» a modo de contracumbre. Ya comenzaron los foros, talleres culturales, charlas, espacios de debate, ferias. El 30 de noviembre a las 15 horas está planteada una movilización hasta el Congreso. Muy lejos de los líderes, pues las actividades oficiales funcionan en Costa Salguero, en la otra punta de la capital.
El martes 27 el estadio de Atlanta, en Villa Crespo, rebalsó. Más de 20.000 militantes participaron del acto en rechazo de lo que la Cumbre simboliza. El Movimiento Evita, Barrios de Pie, Corriente Clasista y Combativa, Seamos Libres, Unidad Popular, Movimiento Octubres, Corriente Peronista Chacho Peñaloza, fueron algunos de los convocantes.
«El paisaje del G20 son esos carros hidrantes, esas ballas, esos uniformados que le dan forma a una parodia -dijo Nacho Levy, referente de La Garganta Poderosa- porque nada se va a resolver ahí que modifique el camino de nuestros pueblos.» «Vienen y hablan los especialistas en macroeconomía -agregó- pero en realidad ese modelo económico trae a contra luz otra realidad».
Esa realidad
La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) advirtió días atrás que la economía mundial alcanzó su pico en 2018 e iniciará el año que viene una desaceleración. Aun «con la tasa de desempleo en su nivel más bajo desde 1980», agrega, el crecimiento de la inversión y del comercio ha sido más suave de lo esperado.
El último informe de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) dio cuanta de ello. Año a año, los salarios globales crecen cada vez menos: el indice fue de 2,4% en 2016 pero de 1,8% en 2017, el más bajo desde la crisis financiera de 2008. La tendencia continuará este año, anticipó Guy Ryder, director general de la OIT, apuntando que este freno «es un obstáculo para la mejora de los niveles de vida».
«Es desconcertante -dijo también Ryder- que en las economías de altos ingresos el lento crecimiento de los salarios está acompañado por una recuperación del crecimiento del PBI y una disminución del desempleo». En los países más «desarrollados» la tasa de crecimiento pasó de 0,9 a 0,4% y en los emergentes (entre ellos Argentina), de 4,9 a 4,6% en 2017.
Cuando el gobierno argentino habla de acomodar los precios de las mercancías (entre ellas, la fuerza laboral) al mercado mundial, mira esos números.
Laurence Boone, economista jefe de OCDE, alertó de un alza de la incertidumbre política y geopolítica en Europa, fruto de la salida del Reino Unido de la Unión Europea, en Oriente Medio y Venezuela. Cuando lo dijo, aun no se había reavivado el fuego entre Rusia y Ucrania. Tampoco habían estallado las calles de Francia por el precio de los combustibles (ver página 2 y 3).
Es así que en el Río de la Plata se mueven también las piezas de esa misma partida global.
Guerra comercial
Los hombres de negocios miran el encuentro que tendrán en Buenos Aires Donald Trump y Xi Jinping, presidentes de EEUU y de China. «Se ve más como una gran oportunidad de romper una espiral negativa en los mercados financieros», en palabras de Andrew Milligan, director de estrategia global en Aberdeen Standard Invesments. Caso contrario, los inversores ratificarán posiciones defensivas.
China espera de esta cumbre «una señal clara en apoyo del sistema de multilateralismo, la lucha contra el proteccionismo, así como en la construcción conjunta de una economía mundial abierta.» Fueron palabras de Zhang Jun, su ministro de Exteriores.
Trump, llega tirando tiros: «el único acuerdo es que China tiene que abrirse a la competencia de EEUU», dijo hace una semana. Y «si no hacemos un trato, entonces voy a imponer (otros aranceles) sobre los 267.000 millones adicionales».
En marzo, EEUU impuso aranceles para importar hierro y aluminio. En septiembre, amplió las tarifas a otros productos chinos por valor de 200.000 millones de dólares argumentando que roban propiedad intelectual de las firmas estadounidenses. China reaccionó con tarifas del 25% a productos norteamericanos.
Así fue que las ventas de soja norteamericana a China cayeron este año un 98%, según el propio Departamento de Agricultura de EEUU. En 2017 esa operación fue de 12 mil millones dólares representando el 60% de la producción agrícola norteamericana. Los productores empezaron 2018 ampliando en dos veces más la superficie sembrada y ahora no saben que hacer con la cosecha.
El espíritu proteccionista de Trump se muerde la cola. General Motors acaba de anunciar el cierre de cinco plantas y la cesantía de 14.500 trabajadores.
La OMC informó la semana pasada que las trabas al comercio internacional son las mayores desde 2012, cuando comenzaron a monitorearse. Entre mayo y octubre de este año, los paises del G20 impusieron 40 nuevas medidas arancelarias que cubren 480 mil millones de dólares.
Contra esas políticas de Trump, China y la Unión Europea recurrieran juntas al tribunal de la OMC. Antes ya lo habían hecho Noruega, Rusia, Canadá y México, todos del bloque G20.
Paz y prosperidad
Dos palabras utilizadas ayer por el presidente chino Xi Jinping en el mensaje dado ante el Senado de España.
Como en la apertura del Foro de Davos de este año, el lider del Partido Comunista chino aparece también ahora como la referencia del libre comercio global. Pero además, como el intérprete de una época de cambios: «El mundo se enfrenta a un escenario de inestabilidad e incertidumbre que no tiene precedentes en la historia», dijo también ayer y planteó que «en términos económicos, debemos decidir si vamos a seguir la globalización económica y el libre mercado o si vamos a elegir el unilateralismo y el proteccionismo.» Y China, subrayó, «hará esfuerzos por abrir aún más su puerta al mundo exterior.»
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