La infraestructura de telecomunicaciones es el sistema nervioso del capitalismo de esta era, que cambió su eje de acumulación y su ubicación territorial. El desarrollo humano se mide en conectividad. Pero sin garantía de servicios y derechos básicos. El G20 de Buenos Aires consuma, ahora, esta tendencia impuesta por el sector privado.
Cómo ha cambiado todo!», solíamos decir con el control remoto en mano y ahora volvemos a hacerlo pero empuñando el celular. La aparatología disponible que amplía el espacio-tiempo de la vida cotidiana, es quizás la evidencia más inmediata y, solo por eso, contundente. Repetimos, siempre, una estructura argumental lineal en el que una «cosa» aparece como causa de todo lo nuevo aunque, definitivamente, se trate del árbol que no nos deja ver el bosque del que es -y del que somos-, parte.
Los dispositivos técnicos son herramientas que consuman y que dan cuenta del cambio operado en el sistema de relaciones sociales. Son emergentes de esa mutación que -es cierto- a la mayoría se nos aparece de prepo pues no fuimos quienes planeamos el desarrollo del mecanismo de apalancamiento financiero del régimen de producción, distribución y consumo de bienes y servicios materiales y simbólicos.
Esas relaciones sociales, que son las fundamentales y estructurales, son las que quedan ocultas detrás de la aparatología.
Futuro que se hizo presente
Fisher Black y Myron Sholes recibieron en 1997 el Premio Nobel de Economía por haber formulado un modelo matemático para determinar el precio actual para compras o ventas de acciones o activos financieros a realizarse en una fecha futura. Esa ecuación, que se amplió al mercado de monedas y de activos intangibles, como las patentes, dio curso a los actuales mercados de futuro: sea soja, acciones de empresas o el dólar mismo.
Black era empleado de Goldman Sachs Gropup Inc (GS), empresa que desde 1869 se desempeña en el sector bancario y los servicios financieros. También trabajaron allí otros destacados como Henry Paulson, secretario del Tesoro norteamericano durante las presidencias de Bill Clinton y George W. Bush; Mario Draghi, ex presidente del Banco Central Europeo; Romano Prodi, ex primer ministro de Italia y ex presidente de la Comisión Europea; y el británico Jim O’Neill, ex legislador por el Partido Conservador que en 2015 ascendió a secretario de Estado de Comercio del entonces premier británico David Cameron. Ambos dejaron el gobierno en 2016, con los primeros coletazos del Brexit impulsado por la actual premier británica, Theresa May.
El diario español El Mundo, del 26/09/2016, ubicaba a O’Neill como el «encargado de captar inversiones chinas y de impulsar la economía del noroeste de Inglaterra».
En 2001, cuando se desempeñaba como director del área de Economía Global de GS publicó el informe Building Better Global Economic BRICS en el que anticipaba que el futuro del capital estaba en los mercados emergentes de Brasil, Rusia, China y Sudáfrica. En 2003 presentó otra prospectiva: Soñando con los BRIC, rumbo a 2050. Así nació lo que recién en 2008 fue asumido como asociación por los presidentes de esos países.
Traslación
Kilómetros más, kilómetros menos, la gran mayoría de las 7.000 millones de personas que habitamos el mundo permanecemos en nuestras tierras. El núcleo central del régimen de acumulación capitalista no. Si para 2005, el PBI de los países emergentes había logrado igualar a los avanzados, en 2011 ya representaba un 45% más.
El analista Jorge Castro, señalaba ya en 2011 en la columna La Mirada Global que publica el diario Clarín, que esta traslación del eje de la acumulación capitalista ha surgido «tras la crisis de 2008/2009».
Otro analista, Terry Meyssan, en su reciente nota en www.voltaire.net «Occidente devora a sus hijos» dibuja el ciclo más largo para señalar la aparición de ese bloque euroasiático, la pérdida de control norteamericano en toda la faja del llamado Oriente Medio donde los países están en guerra, hacia afuera y hacia adentro.
El desarrollo de sectores medios en el mundo emergente -argumenta Meyssan- que ahora están en condiciones de gobernar sus países convertidos en potencias, resulta de la hegemonía que EEUU se propuso alcanzar para salir de la crisis de acumulación de los años 70 y del orden bipolar tras la caída del bloque soviético.
«La lógica de las transnacionales estadounidenses no era otra que la de incrementar sus ganancias produciendo en China, cuyos trabajadores eran los peor pagados del mundo», dice a propósito de esa expansión capitalista llamada neoliberalismo y apoyada en el Consenso de Washington.
Era el «Nuevo Orden Mundial» anunciado por George W. Bush (padre) presidente norteamericano entre 1989 y 1993, tras secundar a Ronald Regan entre 1981 y 1989.
Recuerda Meyssan que quien denunció entonces tales consecuencias publicando solicitadas en los medios gráficos de EEUU, fue el empresario inmobiliario Donald Trump, hoy convertido en su presidente.
Investido ahora en el cargo, Trump volvió a decirlo en la 73° Asamblea Anual de la ONU de este año: «rechazamos la ideología de lo global y abrazamos la doctrina del patriotismo». Y aclaró que «EEUU siempre elegirá la independencia y la cooperación sobre el gobierno global, el control y la dominación» (El Megáfono, 28-09-2018).
La iniciativa británica para salir de la Unión Europea y apoyarse en sus ex-colonias (entre ellas, los países BRICS), el triunfo de Trump ese mismo 2016, la llegada al gobierno italiano de la Liga del Norte y el Movimiento 5 Estrellas en junio de 2018, y la reciente explosión de los chalecos amarillos en Francia, son también para Meyssan reflejos de aquella traslación capitalista: «la revuelta de las clases medias y populares de Occidente contra la clase superior globalizada», dice.
Unidad de contrarios
La globalidad se distingue de su fase anterior, la neoliberal transnacional, y es la consumación de lo que se venía gestando dentro de ella: que el territorio en cuestión es ya uno solo, que está entretejido por el soporte de las tecnologías digitales que trafican datos -sean tanto operaciones financieras y comerciales puras o posteos en redes sociales y mensajitos por whatsapp- cuya huella o meta-dato es también una operación que abona lo comercial y que los gobiernos a cargo de los países -aún cuando sus banderas flameen para la izquierda o para la derecha- son facilitadores de esa integración convergente.
Ese fue el acuerdo nodal de la Cumbre de Líderes del G20 realizada a prinicipios de mes en Buenos Aires.
La misma agenda de integración digital vía un Internet libre, de multipolarismo político y multilateralidad comercial, fue abordada -y abonada- una semana antes en el Foro Mundial del Pensamiento Crítico realizado por el Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO) también en la capital porteña. Las conferencias centrales estuvieron a cargo de Álvaro García Linera, vice-presidente de Bolivia; Juan Carlos Monedero, ex integrante del partido español Podemos; Dilma Rouself y Cristina Fernandez, ex presidentas de Brasil y Argentina.
El tono medio de esta autodenominada contra-cumbre, apuntó clásicamente contra el imperialismo norteamericano al calor del proteccionismo de Trump, contra el nacionalismo de Jair Bolsonaro en Brasil y el ajuste de Mauricio Macri en Argentina.
El regimen capitalista gobernado por los capitalistas simplifica la sociedad toda en la fórmula de costo-beneficio: minimizar los primeros para maximizar los segundos. El humanismo, pone énfasis en la inclusión de las personas pero sobre la misma ecuación: el consumo es el motor de la inversión, dicen las explicaciones heterodoxas liberales.
Conectados
En septiembre del año pasado, Facebook y Microsoft instalaron su primer cable submarino uniendo el estado de Virginia, en EEUU, con Bilbao, España. Son 6.400 km que transportan 160 terabits por segundo, lo que constituye el 75% del tráfico global de internet.
El 99% de los datos digitales circulan en los 428 cables tendidos en el fondo de los mares del mundo. Un verdadero sistema nervioso central de 1,3 millones de kilómetros que podrían dar 32 vueltas al perímetro del globo terráqueo.
Los recientes acuerdos del G20 consuman esta materialidad que ya se venía consolidando como tendencia. En 2016 se instalaron 27.000 km de cables submarinos y en 2017, tres veces más.
La actividad, que movió 2.000 millones de dólares ese año, es liderada por la francesa Alcatel Submarine Network, la norteamericana TE Subcom y la Japonesa NEC. En los últimos 10 años, la china Huwei, cuya vice-presidenta fue recientemente detenida en Canadá por una orden librada por la Justicia norteamericana, viene acercándose a ese pelotón de los instaladores submarinos más importantes del mundo.
Esta telaña tiene su epicentro en suelo norteamericano donde están radicados 10 de los 13 servidores raíz haciendo que el 80% de la información global pase por allí, según datos de la Agencia Norteamericana de Seguridad (NSA).
La famosa «nube» funciona aun así bajo legislación nacional norteamericana.
Matrix
«Lo que se ve es la logística de las telecomunicaciones como parte de todos los procesos productivos», decía el docente de la Universidad Nacional de Villa María, Nahum Mirad, en El Megáfono del 04-05-2018, a propósito de la llamada Ley Corta con la que el Ministerio de Modernización argentino impulsa la convergencia digital. «La plata no viene en valijas o en barcos sino mediante transacciones virtuales: esa es la forma física que toma el capital financiero», agregaba.
Jorge Castro anticipaba en 2011 que «la nube» era ya la tendencia central del sistema mundial: «permite hacer cosas a una velocidad extraordinaria, en un proceso acelerado, simple, abierto, virtual, individualizado y convergente, que incrementa excepcionalmente la productividad».
El Banco Mundial, aun reforzando esa tesis, deja a la vista la condición de ese desarrollo. «Al incrementar la productividad de la empresa, las tecnologías adoptadas favorecen la reducción de los costos variables y de los precios de los productos, lo que genera un efecto expansionista en relación con la producción», señala en su informe «Los empleos del mañana».
Y es así. Los saltos tecnológicos aumentan los ritmos de producción y la masa de mercancía producidas pagando menor masa salarial. Suma y resta, da que aumenta la tasa de explotación del trabajador. Ese es el costo variable que siempre se ajusta. Pero a la vez, ese ritmo inunda las góndolas de mercancías para la cuales nunca existe una capacidad de consumo. En el capitalismo la producción es anárquica y el trabajo asalariado es finito y regulado siempre a la baja. Suma y resta: crisis tras crisis de sobreproducción.
Está en su génesis y no es nada nuevo. En 1851 se instaló el primer cable submarino, que era telegráfico permitiendo la conexión de las bolsas de Paris y de Londes. Y en 1870, ya estaban unidas Londres y Bombay, ciudad que presidía entonces la India Británica. El desarrollo tecnológico permitió disminuir hasta la instantaneidad los tiempos de esa relación ya establecida.
Desarrollo ¿humano?
La Organización de las Naciones Unidas (ONU) fijó nuevos indicadores dentro de los «Objetivos del Desarrollo Sostenible 2030». Entre ellos, porcentaje de población con servicio de Banda Ancha Fija, con telefonía móvil 2G/3G, cantidad de cajeros automáticos cada 100 mil adultos, cantidad de titulares de cuentas bancarias y costo de las transacciones financieras al exterior.
La forma técnica de operar del régimen productivo vigente es tan «principal» que marca además los patrones que miden y definen lo que se denomina desarrollo.
«En casi 7 de cada 10 hogares ubicados en el 20% más pobre (de la población mundial) hay un teléfono celular. Es más probable que los hogares más pobres tengan acceso a la telefonía celular que a un inodoro o al agua potable», evidencia el informe del Banco Mundial.
Ahí tenemos una medida del punto crítico de la época y la agudeza de su contradicción. Amén de la nueva aparatología ciudadanizante, la clase trabajadora tiene una relación de dominación aun sin resolver. La Organización Internacional del Trabajo (OIT) en su reciente informe sobre remuneraciones globales dio cuenta de que el crecimiento de los salarios va deteniéndose año tras año. En 2017, subieron 1,8% respecto del año anterior siendo la tasa más baja desde la crisis de 2008. En 2016, la mejora había sido de 2,4%. Para Guy Ryder, su director general, «es desconcertante que el lento crecimiento de los salarios está acompañado por una recuperación del crecimiento del PBI.»
Quedan expuestas tres evidencias. Por un lado, que el mayor volumen económico es a costa de la explotación de la fuerza de trabajo, cada vez peor remunerada. Por otro, que entonces con defender los Convenios Colectivos de Trabajo vigentes no alcanza. Y la tercera, la sorpresa del dirigente Ryder que muestra lo desarmados que estamos los trabajadores aun con instituciones de representación de carácter mundial. Conociendo solo la Ley de Contrato de Trabajo y soslayando la ley general de acumulación capitalista que da cuenta del mecanismo estructural de la dominación social, no hay solución de continuidad a este ciclo de inestabilidad perpetua en la que se encuentra el pueblo trabajador.