La derrota que sufrimos como pueblo en 1976 sigue calando hondo.
Es que fue la realización política de un cambio orgánico en que el capital dio un salto cualitativo en el modo principal de acumulación.
Cómo todo ciclo que mueve la estructura, fue la reacción política y militar, a las gestas insurreccionales que unieron movimiento obrero y estudiantil en los históricos Cordobazo, Rosariazo, Tucumanazo, Villazo.
Ese capital financiero al que hoy todos mencionamos, fue reinventándose. Pudo dar otro salto cualitativo en los últimos años especializando y extendiendo a su máxima expresión el mercado financiero.
Emisión de bonos y volatilidad de capitales con alta rentabilidad, modificaron organizativamente el sistema productivo mundial.
Es crítico y profundo porque la tensión principal está adentro de la propia composición orgánica que lo hace ser, justamente, capital dominante. En las economías, como la de Argentina, aparecen núcleos que expresan la fracción financiera global contra la fracción de la histórica patria contratista exportadora que, incluso hasta para defender su territorio originario, no puede sino evolucionar hacia esa otra nueva forma. Están dirimiendo quién se queda con la transferencia de recursos que hacen fluir de abajo hacia arriba y quién revaloriza esa ganancia en el juego financiero.
La sola denuncia ideológica del capital financiero nos lleva a confundir el diagnóstico. Cambiemos no ausentó el rol del Estado sino que lo hizo presente en tanto introdujo reformas a la estructura económica que orientan el excedente social a estas fracciones financieras.
Esa lucha intercapitalista es el escenario principal detrás del cual, la sociedad toda, sus sectores y fracciones, sus poblaciones y recursos no son mas que elementos auxiliares. Esa característica principal hace que la gestión de gobierno, quede circunscripto a ese aspecto central y determinante para las demás políticas públicas y para la sociedad toda.
Asumiendo este momento crítico que atraviesa todo, es que señalamos que sin recomponer una posición de poder (no de gobierno y políticas públicas), no será posible ningún modelo de desarrollo para la comunidad.
Querer y poder son dos caras de una misma necesidad militante. Es cuestión de raspar para hacerlas renacer. Es la extensa geografía que no nos divide ni por el Río de la Plata, ni por el Amazonas, ni por la Cordillera de los Andes. Es la patria grande que nunca debió ser chica.
Es ahora cuando se hace necesario el desafío de dar nosotros un salto cualitativo en la construcción de ese poder y en la voluntad de ese querer.