Las críticas al gobierno nacional por su «incapacidad» en el Estado, no tienen más asidero que una crítica funcional que alimenta la propia agenda política y legitima el estado de las cosas. Las «improvisaciones» aparentes, no pueden tapar el plan que Cambiemos lleva adelante. Desde que asumió Macri, promovió la ruptura de la integración regional, al tiempo que dolarizó los costos de las tarifas de servicios públicos y deprimió los salarios. El deterioro material es la condición para que el país se inserte en el mercado mundial. El G20 con los líderes mundiales fue el teatro de este plan de gobierno que en base a endeudamiento y emisión de bonos, habilitó un proceso de acumulación inédito. Basta ver cómo crecieron en dólares las acciones -fundamentalmente- de empresas energéticas, muchas de las cuáles están bajo control de fondos financieros de inversión. Cuando hablan de un gobierno “malo” los opositores no tienen en cuenta lo que los propios hechos demuestran: la contracara de empresas en crisis, es que hay más grandes que las absorben. No es casual que la propia UIA pida frenar los aumentos energéticos y el aumento de la tasa del Banco Central. Ese patrón de acumulación está haciendo ganar a unos, a costa de otros. Es la pelea de ellos. Y la nuestra, tiene que poder desnudar esta trampa que nos quieren hacer creer que en las urnas todo se resolverá. Los procesos de concentración del capital tienen algunos años más que los calendarios electorales y una magnitud más grande que la geografía de antaño. Esta soledad social puede ser una oportunidad para comprender que lo que hay que cambiar no es el largo del collar sino la propia atadura que nos impide ser libres.