Es cada vez más palpable esta crisis que volvió a poner el «hambre» como problema en un país que produce comida para 400 millones de personas. Dicho así, el recorte de país no deja ver una totalidad que explica el por qué de todos los problemas que vivimos a diario.
Porque esa crisis, que nos golpea a algunas cuadras de las vistosas vidrieras de la ciudad, tiene que ver también en cómo los carteles «se alquilan» se convierten en una constante. Para no hablar de los merenderos que se abren, las fábricas que se cierran, las tarifas que aumentan y el bolsillo que no alcanza.
Algunos siguen poniendo solo en las políticas del gobierno nacional la causa de la crisis. Vaya recorte, no solo porque lo que sucede en esta geografía también sucede en otros lares, sino porque todo se contecta entre sí. Ese pasaje a la globalidad es una realidad de facto. Tanto, que la disputa en Venezuela, es de qué manera Estados Unidos saca a Rusia de su lugar de socio del país bolivariano en materia de petróleo e industria militar. Pero los países ya son piezas de un solo rompe cabezas. Quizás siempre fue así, pero la distancia espacio-temporal, antes daba aún un compás más en comparación con la universalidad de hoy. Es la instantaneidad global y financiera: libre circulación de dinero, bonos y capital.
Es tan completo el tablero que las mismas familias con hambre no pueden pagar la tarifa de electricidad que ya tiene precio global, al igual que sus salarios. A EPEC pretenden segmentarla en los eslabones de la producción, la distribución y la comercialización, para que así sea más fácil que los actores globales puedan entrar en sus directorios.
El mapa es uno solo. Ir pieza por pieza, no solo no resolverá el problema, sino que nos pondrá con mapas diferentes. Es la totalidad: un mapa, un problema y una solución.