Un 30 de abril de 1977, Madres de Plaza de Mayo se reunía por primera vez, en pleno desarrollo de la última y más terrible dictadura cívico-eclesiástico-militar argentina, dando inicio a la muestra de afecto y lucha, personal y política, más jugada y sostenida en la historia de nuestro país. Sí: una forma política de luchar desde el amor. Eso han hecho las Madres desde hace 42 años, conjugando el emblemático símbolo de la plaza de Mayo, la libertad, y el sentido mismo de los pañuelos blancos: les hijes que se buscan porque ya no están, pero que al ser también hijes de una lucha colectiva, están en todes y en cada une.
En las Madres redescubrimos siempre la capacidad de organizarnos aunque los tiempos que corran sean nefastos. Leemos en ellas el compromiso que nace como un acto de entrega maternal, para devenir en acto político de mujer, de amor y convicción. De las Madres también aprendemos que la creatividad es siempre revolucionaria. Porque cuando la mano dura pida que circulemos, que pasemos página, ahí estaremos nosotres para reescribirla, caminándola en cada marcha. Por les hijes aún desaparecides y por el sentido trascendental de su lucha, seremos las juventudes quienes continuemos el camino de la Madres, levantando los pañuelos de esta y todas las luchas.
Como integrantes de La Huella no queremos dejar de mencionar lo necesarias que son Las Madres en nuestra búsqueda fundamental: conocer, aunar, habitar las memorias, todas las memorias -subterráneas, feministas y disidentes-, hacedoras de la trama presente de identidades y subjetividades. Solo la memoria nos ancla aquí y ahora. Y esa es la razón de ser de toda vida humana. No podemos ni queremos dejar de recordarlas en este nuevo aniversario, que coincide con un momento del país, social y económicamente, tan crítico. Porque es ahora, más que nunca, cuando cala profundo el sentido de Madres de Plaza de Mayo: 42 años poniendo el cuerpo y haciendo la historia que nos salva a todes del olvido.