Los acontecimientos de cara al escenario electoral no dejan de conformar un mismo problema. Las competencias partidarias y el armado de las alianzas no son si no la expresión de lo que está pasando en la estructura económica y el movimiento social. En cierta medida, gobierno y oposición componen una unidad de acciones y reacción.
El proceso de acumulación de las estructuras económicas globales ha puesto a casi todo el espectro económico de los sectores productivos más asentados en lo nacional en una situación defensiva.
La convocatoria de unidad para sacar a Cambiemos ha quedado hasta ahora encerrada en la misma agenda oficial. Los ya candidatos y los representantes a serlo hablan en torno a cómo negociar con el FMI, atraer inversiones para explotar Vaca Muerta y el litio de la Puna para reactivar el mercado interno. Esa cancha, ya está marcada. Por caso, el 39% por ciento de las áreas de explotación de hidrocarburos en el Mar Argentino quedaron en manos de transnacionales de origen británica. Esa vieja potencia imperial que ocupa las Islas Malvinas, ahora tendrá a sus empresas explotando los recursos naturales.
Las discusiones son ahora apenas electorales. La situación crítica social, un argumento en ese plano pero una realidad indetenible en el seno del pueblo mismo. Siguiendo el esquema, el movimiento social no necesita solamente que el gobierno cambie de manos sino otras políticas de Estado. Por lo visto, ahí hay un conjunto de tareas políticas pendientes que van mucho más allá del acompañar para el triunfo electoral. El movimiento social tendrá que empezar a valerse por sus propios medios para tomar por sus propias manos la solución popular de los problemas populares. El presente es de lucha y el futuro, también.