La ecuación no cierra. Al principio, ni bien asumió el gobierno de Cambiemos e iniciaba los primeros ajustes y despidos, para algunos segmentos, parecía que los impactos de la política de gobierno era un problema de «otros». Pero la suba de tarifas, la devaluación y pérdida de poder adquisitivo de los salarios, empezó a afectar al sector comercial. A menos salario, menos consumo, por lo tanto, menos ventas. A mayor suba de las tarifas y alquiler, más costos a cubrir.
En definitiva, en los carteles de «se alquila» empieza a verse reflejado que la ecuación no cierra por ningún lado. Ni hablar, para los desocupados y precarizados que tienen que salir a ganarse la vida. Nadie -que viva de la producción y el trabajo- parece estar ajeno a esta situación de ajuste.
Pero este problema que aparece como muestra en lo local, no es más que la materialización de lo que ocurre a nivel general. Basta como ejemplo, que esta semana, en la fábrica de aviones de Córdoba Fadea, Macri anunció que una multinacional alemana producirá aerogeneradores para una trasnacional que produce energía en el país y el mundo.
La crisis evidencia cómo la economía de las cadenas globales del capital, se insertan en cada territorio y desplazan a cualquier economía en manos de la propia comunidad. Las penas son de nosotros, las inversiones vienen de afuera y no hacen más que alimentar los principales procesos de acumulación a nivel mundial.
En esta situación, pueden emerger o los codazos de intentar «zafar» individualmente; o los lazos de solidaridad que puedan hacer menos amarga la tristeza y poder vertebrar un horizonte de futuro.
Sin el desarrollo de una economía de la comunidad, es imposible cualquier excepcionalidad de éxito.