Nouriel Roubini, economista mundialmente conocido por haber anticipado el estallido financiero de 2008, auguró recientemente una inminente recesión mundial en 2020, atada a las bajas tasas de interés, el conflicto petrolero y la guerra comercial. «Es un tiempo tenebroso para la economía global», expresó.
Ya a principios de año, los organismos internacionales como FMI, Banco Mundial y OCDE, anticiparon que 2019 sería un año de freno para el crecimiento del PBI mundial. La Eurozona, ratificó los pronósticos con un nulo crecimiento general del 0,2% en el segundo trimestre con respecto al primero de 2019.
Los problemas alemanes
Un reciente informe del Banco Central de Alemania alertó sobre la posible recesión de su país -la primera en siete años- tras una caída importante de la actividad industrial en los últimos meses. Para capear el temporal, el Tesoro alemán colocó 10.000 millones de euros en bonos a 2, 10 y 30 años -estos últimos a tasa cero-. Olaf Scholz, ministro de Finanzas de ese país, aseguró que «si es necesario inyectar 50.000 millones de euros, se hará», aleján- dose del «presupuesto equilibrado», añorado por la canciller Angela Merkel. Alemania, como líder del continente -y a través del Banco Central Europeo (BCE)-, fue quien impuso el veto de los presupuestos nacionales de los países miembros que no ajustaran su déficit. La pelota cayó ahora en la puerta de su casa y divide las aguas dentro del propio gobierno.
Presiones comerciales
Donald Trump, azuzó esta semana al nuevo primer ministro británico, Boris Johnson, para que implemente cuanto antes el Brexit y lo invitó a firmar un acuerdo de libre comercio entre ambos países. Emannuel Macrón y Merkel, los líderes actuales del histórico eje franco-alemán -en torno del cual nació la Unión Europea y la Comunidad Económica-, cuestionaron la indecisión británica con respecto al Brexit, pero con otros objetivos.
«Nuestra economía es la mejor del mundo», aclamó el presidente norteamericano,desafiando a los europeos con la guerra comercial en uno se sus sectores principales: «tenemos las tarjetas a nuestro favor porque todo lo que tenemos que hacer es gravar los automóviles y nos dan todo lo que queremos. Millones de dólares de Mercedes, millones de BMW».
Mirando al Este
«Los Capitales no tienen territorio», respondieron las empresas francesas y alemanas, mirando con más atención el mercado ruso al que destinaron el año pasado inversiones por un total de 20.000 millones, unas y 3.300 millones, las otras. Fueron las cifras más altas de los últimos 10 años a pesar de las sanciones que los países de la UE impusieron a Rusia desde 2014 por el conflicto con Ucrania por la península de Crimea. Desde entonces Rusia dejó de ser invitada a la cumbre del G7.
Aun así, en 2018 el comercio bilateral franco-ruso creció 18% y el ruso-germano un 8%. Mercedes Benz inauguró recientemente una planta automotriz a las afuera de Moscú. Uniper y Wintershall -también alemanas pero del sector energético- sumaron capitales al proyecto del gasoducto Nord Steam 2, de la estatal rusa Gazprom, para vender en europa el gas extraído en Rusia. En el mismo proyecto participa también la fancesas Engie. Y otra, Total, se asoció a Gazprom para la extracción en el Ártico.