La población acaba de reflejar con su voto, como es que no quiere vivir. No puso en juego la visión sobre las políticas de este gobierno sino, lisa y llanamente, las precarias condiciones en las que este gobierno dejó las posibilidades reales y concretas de desenvolver la vida cotidiana.
Quizás no se trate de un ideario social, pero sí vale como un límite: no es lo que se quiere sino lo que nadie ya puede.
Las organizaciones populares siguen reuniéndose y planteándose cómo seguirán en adelante, cuando pase octubre y asuma un nuevo gobierno, esas posibilidades de vida.
Mientras tanto, representantes en funciones y candidatos a representar, mantienen rondas y consultas con el empresariado de acá y de afuera, y por todos los medios dan señales de tranquilidad «al mercado»: un eufemismo con el que todos, por lo visto, están de acuerdo.
Necesidades son necesidades, claro, pero está claro que raspar la olla no tiene comparación algunas con las rentas de bonos y acciones.
Está visto que lo que no se puede más, es que la economía de los muchos dependa del ritmo que imponen otros pocos. Pues la inestabilidad del conjunto social está sujeta así al mundo privado de los negocios, eso que algunos llaman «mercado». Fue así que un trabajador, sin haber hecho nada distinto a lo de todos los días, se enteró por TV que con la misma cantidad de salario podría comprar ahora menos alimentos que antes.
Más que las buenas voluntades sobre el ideario de justicia social a alcanzar, eso es lo que debe quedar escrito en el contrato, antes de firmar.
+ DEL TEMA