En el Cerro Rico, en el sureste de lo que hoy es Bolivia, durante tres siglos el entonces imperio español extrajo allí la plata con la que acuñó la moneda para comerciar con India, China y Turquía.
Tanto fue el saqueo que se podría construir un puente de oro y plata desde la misma Potosí hasta Madrid, calculó el escritor uruguayo Eduardo Galeano.
Vaya paradoja, más de dos siglos después, también en Potosí, las venas siguen abiertas.
Los conflictos no cesan. Cada vez con mayor frecuencia. Desde Medio Oriente a América Latina, desde Europa a Corea del Norte.
Cambian las formas y los modos, pero la lógica sigue siendo la misma. Sobre los recursos de la naturaleza, está en definitiva el interés de los grandes capitales que pelean entre sí: por lo recursos y fundamentalmente para controlar el proceso de acumulación y reproducción.
No es en sí mismo ni el litio, ni el gas, ni el petróleo, ni el agua. Es el capitalismo, en crisis, que no tiene otra forma de existir que no sea con la extracción de recursos para transformarlos rápidamente en capital, para transformarlo en dinero, para transformarlo en papeles y más dinero, para transformarlo nuevamente en extracción de más recursos .
Los grandes se reparten el mundo. Su finita posibilidad los hace salirse del libreto. Con las democracias con las que durante décadas pudieron realizar su plan, ahora no pueden.
Lo principal es el poder. El pueblo tiene la posibilidad de decidir si quiere cambiar espejitos de colores por sangre o tomar una decisión de soberanía. Otra vez la historia se juega en este presente.