El gobierno de Macri dejó una nueva villa en Río Cuarto. Está ubicada en barrio Alberdi, al lado del puente Ferroviario, a unos doscientos metros del Centro Cívico y todavía no tiene nombre. Algunos la conocen como Pellegrini, porque se alzó sobre esa calle, y otros la referencian como “al frente de lo Depetris”, como contó Mario Farías, pastor evangélico que vive aquí.
Son unas veinticinco familias que por no poder pagar el alquiler y, en algunos casos, no tener trabajo, decidieron levantar precarias construcciones en terrenos fiscales durante los últimos cuatro años.
Los nuevos pobres, que siguen creciendo al ritmo de la pandemia, ven ante sus narices cómo desfila la riqueza. Los grises silos de Depetris han sido noticia porque Vicentin les debe 1300 millones de pesos, dando una magnitud del tesoro que albergan esos gigantes de hierro que parecen desentendidos de la realidad que se levanta ante sus ojos.
A un costado de la nueva villa están las casas más próximas a las vías del puente Negro o Ferroviario. Algunas apenas están a dos metros. Sus moradores dicen que, cada vez que pasa, el tren se siente como un trueno que va creciendo.
Es un tren de carga que lleva 15 vagones con soja por unos 30 millones de pesos. Con una sola formación se podría hacer un edificio de diez pisos con dos departamentos de 50 metros cuadrados por piso. Entrarían todas las familias sólo derramando la soja que pasa detrás de la locomotora.
Aquí, rodeados de vecinos potentados, crecen niños amontonados en una sola cama, sin baños para hacer sus necesidades ni para bañarse, con una canilla de agua afuera de sus casas y con una línea de luz que amenaza cada minuto de sus vidas. Un modelo que no da para más.
Javier Lucero
(Foto Santy Lucero)