
Las naciones del sudeste asiático sostuvieron ataques mutuos en su línea de frontera (de 800 kilómetros). La fuerza aérea tailandesa bombardeó objetivos militares del ejército camboyano con aviones F-16 (fabricados por la estadounidense Lockheed Martin), y estos respondieron con lanzamientos de cohetes. Fueron seis los puntos en donde se desenvolvieron los duelos y los dos bandos terminaron con víctimas fatales.
Ambos países integran la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático, que es un bloque con el que China mantiene una relación estratégica. Semanas atrás, el presidente Xi Jinping había realizado un llamamiento a que ambas naciones lleguen a un acuerdo de paz, y ofreciéndose como mediador desde “una posición imparcial y justa”.
Tommy Pigott, portavoz del Departamento de Defensa de EEUU, declaró en rueda de prensa la preocupación “por la escalada de violencia” e instó a que se respeten las vidas de los civiles. En la misma línea se pronunció el portavoz de Asuntos Exteriores de la Unión Europea, Anouar El Anouni.
Así como la pasada escaramuza entre India y Pakistán, este foco en las cercanías del gigante asiático, es consecuencia de la guerra global en curso. Aquello que la mayoría de los medios colocan como fundamentos o explicación del enfrentamiento –los conflictos históricos y religiosos entre los pueblos beligerantes– en realidad son las diferencias ‘aprovechadas’ por los hegemones en su guerra interimperialista.