El triunfo de las fuerzas mitristas en Pavón, en 1861, había puesto fin a la Confederación Argentina y había iniciado un proceso de reorganización nacional bajo la preeminencia de Buenos Aires, hasta entonces separada del resto de las provincias. Así, el proyecto federalista parecía acabado, derrotado por el proyecto liberal unitario. Sin embargo, en 1862, el levantamiento del legendario caudillo riojano Ángel “Chacho” Peñaloza puso en cuestión al centralismo porteño. Nacido en época del virreinato, en 1798, en los llanos del sur riojano, se integró a las filas de Juan Facundo Quiroga, tomando parte de las guerras civiles que comenzaban a dividir a unitarios y federales. Su carrera como militar lo llevó desde comandante del Departamento de Los Llanos a general de la provincia. Hacia finales de la década de 1850, acompañó al presidente de la Confederación Argentina, Justo José de Urquiza, interviniendo la provincia en varias oportunidades.
Después de Pavón, las misiones unitarias pusieron en jaque a los gobiernos federales, derrotándolos uno a uno, en campañas sanguinarias, que fueron apoyadas por Domingo F. Sarmiento, entonces gobernador de San Juan.
Los oficiales prisioneros de Peñaloza eran fusilados, mientras muchos soldados eran torturados y degollados. El mismo Domingo Faustino Sarmiento aconsejaba: “Si Sandes mata gente, cállense la boca. Son animales bípedos de tan perversa condición, que no sé qué se obtenga con tratarlos mejor”.
En 1863, el gobernador puntano, Juan Barbeito, repelió una nueva invasión de tropas leales a Peñaloza, unos 1.600 montoneros habían incursionado con éxito parcial en la zona norte de la provincia. Los militares continuaron con la persecución a los aliados de Peñaloza, por lo que este volvió a alzarse en armas en marzo de 1863. Logró varios éxitos en San Luis, Córdoba, Catamarca y Mendoza, e incluso depuso al gobernador riojano.
A fines de marzo, el Chacho escribió al presidente Bartolomé Mitre: “…los gobernadores de estos pueblos, convertidos en verdugos de las provincias… destierran y mandan matar sin forma de juicio a ciudadanos respetables sin más crimen que haber pertenecido al partido federal… Los hombres todos, no teniendo ya más que perder que sus existencia, quieren sacrificarla más bien en el campo de batalla.’
Sarmiento, designado Director de la Guerra contra Peñaloza por el Ministro de Guerra Gelly y Obes, escribió al presidente: “…no trate de economizar sangre de gauchos. Este es un abono que es preciso hacer útil al país. La sangre de esta chusma criolla incivil, bárbara y ruda, es lo único que tienen de seres humanos”. Sandes pasó a “degüello” a todos los prisioneros e icineró sus cuerpos. Mitre respondió: “Quiero hacer en La Rioja una guerra de policía. Declarando ladrones a los montoneros, sin hacerles el honor de partidarios políticos, lo que hay que hacer es muy sencillo”.
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