Luego del retiro de EEUU de las negociaciones con el movimiento talibán en Afganistan, los insurgentes recrudecieron las amenazas: “La actitud [de EE UU] contraria a la paz va a ser más visible a la luz del mundo, y sus pérdidas humanas y financieras aumentarán”.
En Libia, la Fuerza Aérea del Gobierno de Unidad Nacional atacó bases del “mariscal” Jalifa Haftar en Al Jufra, quien respondió con el mismo tenor sobre el aeropuerto de Misurata; mientras que en Siria una Comisión independiente instituida por las ONU aseguró que EEUU cometió crímenes de guerra contra civiles en sendas operaciones militares.
La salida de John Bolton del gabinete norteamericano fue celebrada en Medio Oriente. «Hace meses, John Bolton prometió que Irán no duraría 3 meses; todavía estamos de pie y él se fue», exclamaron desde el gobierno persa, mientras anunciaban otro avance en el proceso de enriquecimiento de uranio (tras la salida de Trump del acuerdo nuclear de 2015).
Lanzamientos de cohetes desde la Franja de Gaza fueron respondidos por bombardeos israelíes, en el marco de una nueva campaña electoral del primer ministro Benjamin Netanyahu, en la cual prometió derrocar al régimen de Hamas y anexionar a Israel el Valle de Jordán y la parte norte del Mar Muerto (“ocupaciones ilegales” en territorio palestino, según la Unión Europea). Las promesas no le valieron y el empate técnico obtenido tras el escrutinio de ayer podría dejarlo con un pie afuera del gobierno.
Mayor resonancia tuvo el ataque con drones a la petrolera saudí Aramco (la más grande del mundo), revindicado por los rebeldes hutíes de Yemen, pero señalado por la “Coalición Internacional” (EEUU + Arabia Saudita + Emiratos Árabes) como responsabilidad del gobierno de Irán, “culpable de instigar contra la economía global”. La estatal Aramco redujo su producción a la mitad luego del ataque generando un salto en el precio internacional del barril de petróleo.