Corsódromo, Costanera Norte, Avenida Argentina, Quena, Las Delicias y Oncativo. En un recorrido con los vecinos de los barrios formados sobre los márgenes del río Cuarto, El Megáfono detectó nuevas construcciones de familias que sin trabajo formal no pueden alquilar y como última alternativa ocupan los terrenos fiscales para tener un hogar. Lejos de mejorar las condiciones de vida para estos sectores, los asentamientos crecen en la ciudad. “Es esto o la calle”, dicen, en un contexto donde las changas acotadas por la pandemia y el frío de época hacen aún más difícil a las cientos de familias alcanzar la tierra, el techo y el trabajo propio y digno como augura la Constitución Nacional.
Mientras, el intendente Llamosas en otra parte de la ciudad entregó viviendas y escrituras de loteos que su antecesor había comprometido otorgar y nunca fueron ejecutadas.
Según el último relevamiento realizado por la organización Techo, en agosto del 2019, en Río Cuarto existen 16 barrios populares y estiman que allí viven 1788 familias, un incremento de 210 familias más con respecto al año 2016, donde existían 15 asentamientos.
Sergio Correa vive con su familia a 50 metros del puente colgante, sobre la nueva costanera norte del río inaugurada por el gobernador Juan Schiaretti el pasado 19 de febrero. Pero su vida no cambió, puertas adentro las condiciones de precariedad de su vivienda continúan como cuando llegó hace dos años y de a poco intenta mejorar. “Cuando llegué esto era la mitad” comenta Correa y señala las viviendas construidas y en construcción que sin ordenamiento territorial se pierden hacia el interior del barrio y se expanden al este en dirección al puente carretero.
Según sus cálculos hay unas 200 viviendas en ese sector. Correa es changarín, compró la casa que contaba con un baño y una habitación, hizo una más y en este momento se encuentra en ampliación. “Estamos de contrabando, no hay otra forma. ¿Cómo hacemos para pagar un alquiler? ¿Quién de acá tiene para pagar un alquiler?”, se preguntó.
Las condiciones laborales son similares en los diferentes asentamientos. Las actividades laborales son informales, changas, cría de animales, fábrica de ladrillos block y cirujeo.
“Era esto o la calle, es la última que nos quedó. Y no nos íbamos a quedar en la calle con nuestros nenes”
El corsodromo
En el sector del corsódromo, cercano al puente Filloy, habitan unas 30 familias. Allí, en el 2017, la ocupación de los terrenos suscitó un conflicto entre el Municipio y las familias que habitaban sobre terrenos fiscales. Al final, llegaron a un acuerdo por el cual el Municipio a través del Instituto Municipal de la Vivienda, ofreció a las familias la relocalización al barrio Castelli 2, suministraría de materiales de construcción y por sistema de autoconstrucción los vecinos levantarían sus propias viviendas. Al momento, tan solo seis familias fueron relocalizadas y el resto espera para empezar o terminar de construir. “Trabajábamos durante la semana y los fines de semana íbamos a levantar la casa. En la Municipalidad se quedaron sin plata, ahora nos agarró la pandemia y no nos dieron más nada”, relató uno de los vecinos que prefirió reservar su identidad.
Tras ese acuerdo del 2017, unos pilotes instalados por el Municipio demarcaron el terreno para evitar nuevas construcciones que ya no se ven por el avance de las precarias edificaciones.
Los vecinos aseguraron que no hay nuevas casas porque acordaron que ante la posibilidad de una nueva construcción deben informar al Municipio para que esta lo evite. Lo que si sucedió, comentaron, fueron las ampliaciones porque las familias se agrandaron.
Lo que tampoco pudieron evitar es que nuevas familias ingresen a las viviendas desocupadas. “No teníamos donde ir, nos dijeron que estaba sola la casa y nos vinimos. No teníamos donde ir con mi marido y nuestros dos hijos”, comentó una madre de familia que también prefirió preservar su nombre. “Era esto o la calle, es la última que nos quedó. Y no nos íbamos a quedar en la calle con nuestros nenes”, relató angustiada. Sus dos hijos tienen problema de salud, uno en la visión y otro con problemas respiratorios, quien en invierno convive con la abuela ante la precariedad de su vivienda. El frío se siente más fuerte sobre la orilla del río, el viento perfora los espacios que quedan entre block y block que, rellenados con pedazos de colchones, telas o silo bolsas tratan de impermeabilizar el ingreso del viento o el agua. A los niños los bañan dentro de la vivienda al resguardo de la estufa a leña y los mayores en el baño construido afuera.
Hace solo siete meses que viven ahí, cuando se trasladaron de una casa que alquilaban y que ya no pudieron pagar. El padre de familia trabaja como chofer de remis 14 horas al día, los siete días de la semana con una magra ganancia de $ 500 diarios.
Al pasar por el bulevar Illia se puede observar a simple vista como los vecinos fabrican ladrillos block, organizados de forma cooperativa carrean arena del río y luego los fabrican en forma conjunta para luego comercializarlos y otros tantos repartírselos para la autoconstrucción.
Con tan solo cruzar el río, se llega al barrio Avenida Argentina. Allí también creció la cantidad de viviendas. “Hay mucha gente que vivió hasta tres meses pagando un alquiler y accedían a los servicios básicos como gas, electricidad y ahora viven en el asentimiento alquilando”, describió un referente del lugar. La Avenida Argentina es uno de los asentamientos con más antigüedad de Río Cuarto y aún hoy sigue creciendo.
¿Cómo acceden a los terrenos?
Por boletos de compra y venta -sin validez legal- es la transacción más habitual, o directamente la usurpación del terreno. Luego comienzan a construir o ingresan a alguna vivienda ya construida pero deshabitada. Esto produjo en varias ocasiones conflictos por estafa o incumplimiento de pagos entre “propietarios” e inquilinos de las viviendas. El precio por un terreno ronda los $ 30 mil pesos.
¿Y los servicios?
Reporte ReNaBaP- Barrios Populares Río Cuarto
(Informe de Techo)
La mayoría cuenta con el tendido de energía eléctrica o accede por la cercanía a la misma. En algunos barrios como Costanera Norte u Oncativo cuentan con el pilar que mide el consumo de cada vivienda y en otros están “colgados” del servicio.
No tienen conexión directa al agua potable. Una paradoja al vivir a la vera del río. A través de canillas comunitarias los vecinos recolectan el agua en baldes para suministrar a sus hogares y con ello beber, bañarse y lavar la ropa.
Las cloacas no existen en los barrios, y las letrinas en cada vivienda es lo común.
Si alguna familia puede acceder a la tevé paga, tiene que ser por servicio de televisión satelital prepago, pues las empresas de televisión por tendido por cable no ingresan a los barrios.
“Ni las ambulancias quieren entrar”, aseguran vecinos del Oncativo, por lo que ante una emergencia recurren a medios propios o la ayuda entre vecinos.
Tampoco llega la red de gas natural. La calefacción a leña es la más usada y garrafas para la cocina. Los vecinos manifestaron que tuvieron inconvenientes con la policía cuando accededieron a campos o terrenos para proveerse de leña.
El alumbrado público es deficiente, manifiestan los vecinos. Marisol Chacón, integrante de Techo sostuvo que vecinos de barrio Acordeón “ya realizaron seis pedidos en dos años al Municipio para que arreglen el alumbrado público y no hubo respuestas”.
Otra de las preocupaciones es la recolección de residuos. “No pasan, o lo hacen una vez a la semana”, sostuvieron. Por este motivo, queman la basura o se acumula y se crean microbasurales en los diferentes barrios.