Múltiples conflictos, reclamos, reivindicaciones y luchas atraviesan la vida cotidiana que se encuentra entrecruzada por la crisis económico-social y la expansión de la pandemia. Mientras algunos intentan sortear la situación por medio de reglas, protocolos y normas; desde la calle, las movilizaciones, marchas y caravanas se multiplican, incluso a riesgo de sanciones que intentan imponer.
A un sentido genérico de una crisis que pareciera afectar a todos por igual, los laboratorios fabricantes de vacunas, como los gigantes tecnológicos no han cesado en aumentar sus ganancias. Más acá, el gobierno flexibilizó esta semana el acceso a dólares para los empresarios de las automotrices y petroleras. Bien acá, los números de pobreza y la suba de la canasta básica no deja de tambalear a los de a pie.
La postura administrativa de un esfuerzo compartido por la crisis social, no es más que hacer colectivo la acumulación de algunos a costa del padecimiento de todos.
¿Cuánta más crisis tiene que haber para ir a fondo en la solución del problema? El acostumbramiento es una desventaja cuando la iniciativa de lucha puede ser -quizás la única- oportunidad.