NO AL FMI
BASTA DE FINANCIAR LA FUGA DE CAPITALES ESPECULANDO CON EL UMBRAL DE NUESTRAS NECESIDADES
SI A LUCHAR POR NUESTRA UNIDAD PARA GARANTIZAR QUE PODAMOS VIVIR
El gobierno nacional ha anunciado un acuerdo con el FMI para saldar el préstamo de 44.700 millones de dólares que le otorgaron al anterior gobierno de la alianza UCR-PRO, con Mauricio Macri a la cabeza.
De esta forma da por tierra con los planteos de deuda odiosa e ilegítima, ilegal y fraudulenta. Acepta así que la deuda es de todos nosotros y nosotras y otorga impunidad a los funcionarios que la contrajeron y a las empresas que la usufructuaron, comprando dólares y depositándolos fuera del país.
Entonces y ahora, el monopolio financiero ha demostrado tener más injerencia en las políticas de gobierno que el campo popular mismo.
Gobierno tras gobierno, desde 1983 a la fecha, la deuda creció hasta llegar al 80% del PBI. Y también la población que vive en condiciones de pobreza: de 5,7% a casi 50% en los últimos 50 años.
Esta es la segunda vez que, en democracia también, se reconoce como pública una deuda odiosa contraída como mecanismo de negocio de algunas pocas grandes empresas que operan en el país.
Hasta ahora solo conocemos que el nuevo acuerdo con el FMI implica canjear ese empréstito actual por otro que empezará a pagarse en 2026 y por un plazo de 12 años con nuevas tasas de interés. También conocemos los términos que el FMI impuso en esta renegociación:
-revisar las cuentas nacionales
-aumentar las tarifas de servicios públicos
-limitar la emisión monetaria para financiar políticas públicas
-recortar el gasto en políticas públicas (déficit cero)
-aumentar la tasa de interés de referencia
-aumentar el valor del dólar oficial (devaluación)
-aumentar las reservas disponibles en dólares
Para el ministro Guzmán, se «trata de tranquilizar la economía» para favorecer un clima de inversiones, ya no mediante la exportación de capitales, sino fundamentalmente mediante el desarrollo del mercado local de capitales enlazado con las otras cities financieras ubicadas en otras geografías del globo. Ese es el modo de inserción del país en el mundo.
Pero, ¿qué es el país entonces?, ¿quiénes son ese país? y ¿qué papel cumplimos nosotros en un juego que, está a la vista, nos resulta completamente ajeno tanto en la vida económica como en la vida política?
La deuda con el FMI es una situación inducida por los sectores dominantes que lograron imponérsela a los gobiernos como una excusa que ratifica este modelo de desarrollo, «su» modelo de desarrollo basado en enfriar la economía doméstica -en la que vivimos todos nosotros- y calentar la economía externa, que es extractivista de todo tipo de recursos: agropecuario, minero, energético, financiero y todo el trabajo humano allí contenido.
Para que ese modelo funcione y la inserción en la economía global sea competitiva, la condición es bajar el costo de la fuerza de trabajo directamente mediante menores salarios e indirectamente a través del aumento de precios de alimentos y servicios públicos esenciales, mediante reducción de políticas públicas de salud, jubilación, niñez, educación, alimentación, inserción laboral y ayudas sociales.
Así, no solo naturalizaron el ajuste ya realizado en años anteriores sobre las condiciones de vida de la población, sino que tomaron la decisión de hipotecar nuestro futuro:
toda la economía orientada a acumular dólares en las reservas para pagar ese nuevo empréstito implica que no hay ni habrá “derrame” alguno en nuestros territorios, que la situación va a ser cada vez más precaria y desestabilizada para los pueblos, para las provincias y sus municipios, que todos y todas (asalariados formales e informales, changarines, cuentapropistas de oficio y prestadores de servicios profesionales, emprendimientos familiares y ambulantes, madres y padres de familia) seguiremos trabajando para ellos, que todo nuestro tiempo y todo nuestro esfuerzo diario -incluso el no remunerado- va a ser chupado para pagar una deuda que no contrajimos y que en nada mejoró nuestras condiciones de vida actuales.
En 2021, las exportaciones salidas de Argentina batieron un nuevo récord y llegaron a 77.900 millones de dólares. Y en ese mismo año, el gobierno destinó 13.000 millones de dólares para pagarle a los bancos los intereses de las Letras de Liquidación (Leliq) que tienen en su poder, mientras que al item de políticas sociales fueron destinados un equivalente a 4.000 millones de dólares. Las partidas para jubilaciones fueron achicadas en 160.000 millones de pesos, el poder adquisitivo del ingreso no se recupera frente la canasta básica familiar de bienes y servicios que subió más del 50% en un año superando los 72.000 pesos, se crean nuevos empleos pero precarios y en actividades marginales y de subsistencia, el 80% de los asalariados cobra menos de 65.000 pesos por mes, los alquileres también se actualizaron por encima del 50%, las universidades recibieron menos presupuesto del solicitado, las partidas presupuestarias para políticas sociales locales son menores a los servicios de deuda contraída por municipios.
La situación es así asfixiante para todos. Ni aun queriendo, ni aun con buena voluntad, nadie puede ni vivir ni desarrollarse en estas condiciones incluso porque con esa orientación de acumular para cumplir con el FMI, se necesitarán tomar otros créditos con otros organismos, como ya se ha hecho con BID, BIRF, CAF, Banco Mundial, tanto para realizar obra pública como para cumplir con la Asignación Universal por Hijo (AUH).
Por todo esto es que decimos: basta ya de financiar la fuga de capitales, sea por créditos, sea por meras exportaciones de productos primarios, o por la bicicleta financiera que funciona exclusivamente entre el Banco Central, el sistema bancario y los fondos comunes de inversión.
Y pedimos también al gobierno popular que no hipoteque nuestro futuro.
No nos resignamos a este presente de 50% de la población bajo la línea de pobreza, de las barriadas apenas subsistiendo, de hacinamiento y sobreexplotación, de enajenación de los recursos naturales que nos rodean pero que convierten en mercancías privadas para valorizarlas en las bolsas financieras, de que haya cada vez más trabajadores abandonados a rebuscarse la vida por cuenta propia, de la devaluación de la vida y de la convivencia social, del empobrecimiento material y cultural, del retraso a condiciones de vida y de trabajo incluso pre-capitalistas, de la hiper-individualización de la propiedad sobre la que se tiene derechos y que impide encontrar lo que tenemos en común y construir así nuestra comunidad.
Sin embargo, reconocemos en toda esta situación que si los monopolios financieros han logrado que sus intereses particulares se conviertan en políticas públicas que nos gobiernan y ordenan la vida, es porque nosotros no hemos podido justamente hacer, por lo menos, lo mismo.
Esta crisis también evidencia nuestras limitaciones: que con declamar una y otra vez y que con pedirle a otros que sean considerados con nosotros, no alcanza. Mucho menos, con tener la ilusión y la esperanza de que hagan ellos lo que debemos hacer nosotros.
Por eso es que esta crisis evidencia también que solo se trata de poder, de quien lo tiene y de quien no lo tiene, y alumbra un camino que tenemos que poder ir haciendo para que el poder dominante sea el poder popular.
Es por esto que nos constituimos en plenario abierto y convocamos a todos y todas a que fundamos nuestras experiencias, nuestros triunfos hasta ahora siempre momentáneos para ir soldando los lazos del campo popular, para ir formando las filas de nuestra fuerza, para poder revertir el largo derrotero de nuestra historia y, sobre todo, delinear una estrategia de poder y de organización de las luchas que tenemos por delante para que finalmente seamos nosotros mismos esa Nación llamada Argentina.
Sin esa visión y esa voluntad, nos encontraremos esporádicamente aquí, a veces a decir que no a aquello, otras a decir que sí a esto que es mío, pero siempre mirando la realidad por la cerradura de la puerta de cada uno.
Ya tenemos bien sabido que nadie puede desarrollarse en una comunidad que no se desarrolla. Es hora que empecemos a pelear por ella, es decir, a pelear por todo, para dejar de estar amarrados a necesidades cada vez más inhumanas, y establecer los pilares de una sociedad fraterna.
En esta actualidad local, nacional, latinoamericana y mundial, de situaciones de guerras imperialistas que pretenden enfrentar a los pueblos entre sí, de progresismos desarrollistas que priorizan derechos individuales personalísimos y de fascismos nacionalistas que los niegan, pero que ambos aceitan la maquinaria extractiva de los recursos y las riquezas que generamos entre todos, el primer paso es marcar la cancha equilibrado las relaciones de fuerza entre ese régimen de nos domina con un poco de oposición y otro poco de oficialismo dividiéndonos entre un sin número de identidades.
Es hora de nuestra unidad.
Es hora de retomar la iniciativa popular y volver a poner en práctica que solo nosotros luchamos por nosotros, que solo el pueblo salvará al pueblo.
No al FMI. No a la especulación con nuestro umbral de necesidades. No a la especulación con nuestro hambre, con nuestra salud, con nuestros saberes y conocimiento, con nuestro trabajo y con nuestra vida.
Sí a garantizar que podamos vivir y, de allí en más, que podamos proyectarnos y desarrollarnos humanamente con el futuro en nuestras manos.