P
or las exclusiones de Cuba Venezuela y Nicaragua, hubo muchas ausencias de mandatarios importantes. También otras, por otros motivos como la del presidente Uruguayo. En total, participaron 22 gobernantes de un total de 35.
También hubo presencias críticas que, si bien legitimaron la cumbre, también permitieron que haya sido un bochorno total: fue el caso del gobernante argentino, actual presidente de la CELAC, quién pidió la renuncia nada más y nada menos que de la conducción de la OEA.
Pero lo más esperado fue el discurso del presidente anfitrión, por los posibles anuncios para contraponerse con su rival estratégico en la región.
Joe Biden dejó un mensaje implícito en su primera alocución: “Estados Unidos no es China”. Si alguien en América Latina y el Caribe guardaba aún la expectativa de que Washington pudiera llegar a ofrecerle a la región algo parecido a lo que ofrece Pekín, con miles de millones de dólares en inversiones directas, el inquilino de la Casa Blanca se encargó de terminar de desterrar esa idea en la cumbre de Los Ángeles.
El presidente norteamericano le ofreció a América Latina un nuevo pacto económico, una visión para reciclar el “espíritu de Miami”, donde Estados Unidos organizó hace 28 años la primera Cumbre de las Américas para abrir una era de integración con la región, en pleno apogeo del Unipolarismo y su intento de imponer el ALCA.
En ese momento historico, China no era ni siquiera miembro de la OMC, pero si se estaba preparando internamente para su despliegue global. Para eso necesitaba recibir las inversiones producto de la externalización por deslocalización del capital.
Hoy el ascenso chino en la región y el mundo crece sustancialmente como socio comercial principalmente, pero como inversor también en áreas estrategicas.
En 2021, el volumen comercial entre China y América Latina superó por primera vez los 400.000 millones de dólares y ahora son 22 los países de nuestro continente que se han sumado a la iniciativa “La Ruta de la Seda”. Entre ellos, Argentina, uno de los países con más peso específico e importancia de la región. México y Brasil aún no se han sumado, pero mantienen relaciones bilaterales con grandes negocios comerciales e invesiones.
Agregó Biden: “Ya no es una cuestión de qué haremos, qué hará Estados Unidos por las Américas. La pregunta es qué logramos al trabajar juntos como verdaderos socios con diversas capacidades pero igual respeto mutuo, reconociendo tanto nuestra soberanía individual como nuestras responsabilidades compartidas”.
Es importante también mostrar la importancia de la iniciativa china, llamada “Una Franja, una Ruta” (en inglés “Belt and Road Initiative” (BRI), a la que ya se suscribieron 145 países, que representan el 75% de las reservas energéticas conocidas en el mundo, el 70% de la población mundial y generaría el 55% del PBI del globo.
Es muy evidente que, en el marco de la rivalidad estratégica, la zanahoria china es más grande que el garrote de EEUU, para la región y para el mundo.
Por estos hechos es que seguimos afirmando el pasaje que está llevando adelante la República Popular China hacia un Mercado / Comunidad Global para un destino común compartido.
Deberíamos aprovechar este momento histórico en Nuestra América para profundizar la construcción de soberanía popular, donde el sujeto central y la iniciativa debe ser de la clase trabajadora, a escala de unidad continental, con poder autónomo, pero con un programa de alianzas de clases con todos las fracciones que se oponen al imperialismo unipolar financiero global en sus dos vertientes: la neoliberal que resiste para sostener el viejo orden y los globalistas anglosajones neoprogresistas que impulsan un nuevo orden global.
La consigna es Nuestra América: Unidad con Soberanía Popular Continental, o resignarnos a ser «Patio Trasero» o «Cola de Dragón».