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espués de la contraofensiva ucraniana en el noreste del país y de la confirmación por parte de los líderes occidentales de su voluntad de continuar la guerra hasta la rendición de Rusia, el derrocamiento de su gobierno y la fragmentación del país, el conflicto ha salido de la zona de confort. La guerra de Ucrania se ha convertido en un duelo a muerte por la existencia de Rusia o de la OTAN, afecta a las poblaciones de los 32 países comprometidos (los 30 miembros de la alianza más Rusia y Ucrania), se libra por todos los medios y durará mucho tiempo, a menos que alguno de los contendientes pierda las ganas y se avenga a negociar.
Por la contraofensiva ucraniana, en los últimos diez días las fuerzas rusas se replegaron de la nordestina provincia (Oblast) de Járkov hasta los límites de Lugansk y Donetsk. Ucrania ha recuperado más de 3.000km cuadrados, ha reconquistado muchos pueblos y ciudades y 30.000 pobladores rusohablantes han huido hacia la vecina región rusa de Belgórod o hacia las repúblicas separatistas del este.
Para evitar ser confundidos por la propaganda de ambos bandos, es importante retener: 1) nadie ha vencido y nadie fue derrotado, porque, inexplicablemente, en esa región no había tropas rusas, sólo unidades de la Guardia Republicana y de las fuerzas especiales de la policía que se replegaron sin dar batalla; 2) en una semana Ucrania ha perdido 2.000 efectivos; 3) aunque esperada, la ofensiva ucraniana ha sorprendido a los rusos por su velocidad y por las novedosas tácticas de lucha. Dada la relación de fuerzas en ese frente, la retirada parece haber sido una maniobra prudente, para preservar a los efectivos y recomponer la línea defensiva. Lamentablemente, al hacerlo, el mando ruso ha entregado a las represalias de los nacionalistas a miles de civiles de habla rusa (en la región no hay prácticamente ucranianos) que no pudieron huir.
Según fue posible reconstruirla, la situación actual en el campo de batalla es la siguiente: en el noreste el frente se ha estabilizado en el río Oskol, un afluente del Donets que fluye de norte a sur. Mientras tanto, en Donetsk la empresa militar privada rusa (PMC, por su nombre en inglés) Wagner sigue avanzando paso a paso. El centro de los combates sigue estando en esa región oriental. Por su parte, en Zaporiyia, en el centro-sur, se están concentrando fuerzas de ambas partes y se espera que pronto haya allí un ataque ucraniano. En esa zona está la homónima central nuclear, la más grande de Europa, que esta semana debió ser apagada completamente tras dos meses de bombardeos ucranianos que dañaron las líneas de trasmisión.
En tanto, en el frente de Jersón/Nicolaiev, en el sur, tras el fracaso de la contraofensiva ucraniana de hace dos semanas quedó cercado un contingente de esa fuerza al este del río Ingulets, un afluente del Dniéper que corre de norte a sur. Aprovechando que el río aguas arriba, en la cercana ciudad de Krivoy Rog (cuna del presidente Zelensky), está contenido por una represa, este miércoles 14 la cohetería rusa la bombardeó. Los cohetes perforaron el dique, elevando en 2,5m el nivel del curso fluvial e inundando el centro de la ciudad y el curso inferior el río. El cruce del mismo se ha hecho muy difícil y las unidades ucranianas al este del curso han quedado aisladas.
El segundo frente de esta guerra está representado por los ataques a la infraestructura civil. La fracasada contraofensiva ucraniana en el frente de Jersón a principios de septiembre buscó obligar a Rusia a concentrar fuerzas allí, mientras se preparaba el ataque en Járkov. Una vez conquistado en esta región el nudo ferroviario de Izium, el frente del sur, donde la OTAN espera obtener una victoria decisiva, quedaba a sólo 200 km. El mando atlántico planeaba aprovechar la buena conexión ferroviaria para un rápido traslado de las tropas. Sin embargo, en la noche del domingo al lunes, en dos horas y media la artillería rusa destruyó la mitad de las centrales eléctricas y líneas de conexión de Ucrania y el país quedó a oscuras. Los ataques al sistema energético ucraniano se repitieron el miércoles 14. Numerosas centrales de medio voltaje fueron destruidas y pasará mucho tiempo hasta que sean reconstruidas. Como las líneas férreas están electrificadas, este bombardeo dificulta el movimiento de las tropas ucranianas.
El tercer frente es el mediático. En éste el gobierno ucraniano viene venciendo incontestablemente. Kiev ha convencido a un gran público occidental de que Rusia es la agresora e hizo del avance en Járkov una contraofensiva épica. El presidente de Ucrania se ha convertido en un “producto” que vende una densa red de agencias de imagen, propaganda y lobby en todo Occidente. Asimismo, la embajada británica en EE.UU. ayudó a su par ucraniana a conectar con los medios de comunicación. El rápido éxito a la hora de obtener más ayuda militar alentó la reorientación de numerosas empresas, algunas de las cuales incluso antes representaban intereses rusos en EE.UU. El propio gobierno de Kiev, finalmente, está tutoreado de cerca por empresas británicas que planifican y supervisan cada aparición del presidente y sus colaboradores.
Rusia, por el contrario, sigue confiando en su sólida comunicación oficial, pero ha delegado la batalla en las redes en un sinfín de blogueros más o menos independientes, carece de medios en Occidente y, bajo la férrea censura occidental, ha desaparecido de Facebook y Twitter.
Esta dispersión de la comunicación rusa fue aprovechada por la OTAN para sembrar el pánico tras el avance ucraniano en Járkov. Durante algunos días cundió el desconcierto y la inseguridad se extendió a la opinión pública rusa, que entonces comenzó a reclamar una conducción más enérgica de la guerra. Las críticas apuntan al Estado Mayor Ruso (RGS, por su nombre en ruso).
Rusia se metió en febrero en la “Operación Militar Especial” (OME) respondiendo al pedido de ayuda de Donetsk y Lugansk que se habían independizado de Ucrania. Verdad o retórica, este argumento limitó el despliegue de sus fuerzas a los territorios mayormente habitados por población rusa. Por eso, hasta ahora no había atacado la infraestructura civil ucraniana y se concentró en despejar los territorios del este y sur del país. Nunca empleó en esta guerra más del 15% de sus fuerzas profesionales. Estas tropas, cuatro veces menos numerosas que las ucranianas, no pueden cubrir una línea del frente de más de mil kilómetros.
De todos modos, sea por un error de cálculo de la inteligencia militar o por desidia del Estado Mayor, el haber dejado desguarnecido el frente en Járkov y tener que replegarse fue una sacudida para el Estado, los militares y la sociedad de Rusia.
¿Por qué Ucrania lanzó en septiembre una ofensiva en Járkov con sus mejores fuerzas, sabiendo que las pondría al descubierto en un territorio sin trincheras ni fortificaciones y las arriesga a quedar encerradas en un bolsón? Ante todo, porque, ante el decaimiento del interés por esta guerra en la opinión pública occidental, era necesario crear un estímulo que apartara la atención de la debacle económica y social de los países occidentales. En segundo lugar, porque pronto comienza el otoño, la estación de las lluvias, cuando los terrenos y caminos del este y sur de Ucrania se vuelven intransitables. También, porque esta ofensiva debía prologar otra mayor en el sur, que el bombardeo ruso de la infraestructura eléctrica por ahora impidió. Finalmente, porque el gobierno de Zelensky y sus sostenedores británicos y norteamericanos necesitan movilizar más y más ayuda occidental, una parte importante de la cual –según informes del Pentágono- se vuelca al mercado negro.
La conmoción que el éxito ucraniano ha generado en Rusia tendrá consecuencias que por ahora son difíciles de prever. Probablemente, Moscú aumente la cantidad de efectivos a desplegar en Ucrania. Por razones psicológicas, es empero improbable que Putin decrete la movilización parcial o total. Sí debe contarse con que el ejército ruso ataque todo tipo de objetivo civil que sirva a sus fines tácticos. Aún no hay señales de una eventual ofensiva en gran escala. Quizás el alto mando opte por continuar con la guerra de posiciones y el desgaste de su adversario, provocándolo para que ataque y poder diezmarlo.
En tanto, el liderazgo ucraniano, convencido de haber obtenido una gran victoria en Járkov, maximiza los objetivos. El fin de semana pasado Zelensky aprovechó una cumbre celebrada en Kiev para reiterar sus exigencias maximalistas: la devolución de todo el territorio ucraniano, amplias garantías multilaterales de seguridad, reparaciones y cargos por crímenes de guerra. Para que quede claro de qué se trata, Andriy Yermak, jefe de la oficina presidencial precisó que «es difícil encontrar garantías más fiables que las que ofrece el artículo 5 del Tratado del Atlántico Norte».
«No podemos permitirnos parar», dijo el presidente a los asistentes a la reunión. «Rusia está ahora en el camino de su derrota histórica y no retomaremos las negociaciones con Moscú hasta que los rusos demuestren que están dispuestos a devolver la tierra que nunca ha sido suya». El presidente rechazó, además, la posibilidad de que el país sea neutral.
En el mismo sentido, para aumentar su capacidad de ataque a la infraestructura civil rusa, Zelensky solicitó este miércoles 14 a EE.UU. el envío de cohetes de alcance medio (300 km). Rauda llegó la reacción rusa: “si Estados Unidos decide suministrar a Kiev misiles de mayor alcance, se convertirá en parte directa del conflicto”, advirtió este jueves 15 el Ministerio de Asuntos Exteriores ruso.
En paralelo, informa The Financial Times, citando a un alto funcionario de Defensa norteamericano, que Washington y sus aliados están considerando proporcionar a Ucrania equipos de defensa aérea y aviones de combate. Sería el primer suministro occidental de este tipo a Kiev, detalla el medio.
Por su parte, la Presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, afirmó el miércoles 14 que “incorporaremos a Ucrania a nuestra zona de libre circulación europea».
La nueva fase de la guerra no sólo trae más sufrimiento para la población civil, sino un más nítido involucramiento de los miembros de la OTAN. El jueves 8 el secretario general de la OTAN Jens Stoltenberg, en su conferencia de prensa junto con el secretario de Estado Antony Blinken, tras la reunión del grupo internacional de apoyo a Ucrania en la base norteamericana de Ramstein, en el suroeste de Alemania, afirmó que “(…) estamos enviando un mensaje inequívoco a Moscú sobre nuestra disposición a proteger y defender cada centímetro de nuestro territorio. Estamos reforzando significativamente nuestra presencia en el este de la Alianza.” Esta asimilación de Ucrania a “nuestro territorio” y la invitación de la UE para que Ucrania se incorpore al bloque confirman los temores de Rusia: la OTAN pretende extenderse hasta la frontera rusa también en el sur, a 1.500 km de Moscú.
Siempre hay alguien que dice la verdad. El general Ben Hodges, ex comandante del Ejército de Estados Unidos en Europa, pidió el miércoles en el británico The Telegraph que se empiece a preparar el colapso de Rusia, para reducir las consecuencias geopolíticas de este proceso. El verdadero fin de la guerra de la OTAN contra Rusia es generar tanta insatisfacción que el pueblo se alce y derroque el régimen. El país se sumiría, entonces, en un ciclo de caos y guerra civil que lo fracturaría en numerosas republiquetas sin poder. Éste es el objetivo de la estrategia anglosajona contra Rusia desde hace por lo menos dos siglos…y no cambia.
Para Rusia se trata de una guerra existencial, un asunto de vida o muerte. El objetivo geopolítico/geoeconómico estadounidense es destruir la unidad del país, imponer un cambio de régimen y saquear sus inmensos recursos naturales. Los ucranianos no son más que carne de cañón para alcanzar este proyecto.
Por el otro lado, si Rusia resiste las sanciones y el bloqueo occidental y es capaz de conquistar Odessa y con ella toda la costa del Mar Negro, es difícil que la unidad entre los aliados de Zelensky se mantenga. Y, si la UE y la OTAN se fracturan y el conflicto se termina o se paraliza luego de que Ucrania haya perdido más de la mitad de su territorio, es dudoso que la alianza atlántica, si es que sigue existiendo, tenga alguna vigencia en el futuro.
Para ambos contendientes el triunfo es una cuestión de vida o muerte. Por eso es altamente improbable que en los próximos meses lleguen a una negociación. Más bien es de esperar lo contrario. Cuando el invierno boreal paralice las operaciones militares, debemos temer una intensificación de la guerra en otros ámbitos, con acciones de terrorismo económico o cibernético. Todos los países del mundo mantenemos relaciones con ambos contendientes. La prolongación y ampliación de la guerra de Ucrania nos va a afectar a todos. Y esto recién empieza.
(El autor es analista internacional)